viernes, 1 de abril de 2016

La Impostora: Capítulo 81

Pau frunció el ceño. ¿Por qué estaba siendo tan obtuso?

—Porque tienes que liberarte de mí.

—Si eso fuera verdad, ¿por qué iba a pedirte que no hicieras ninguna tontería?

Pau suspiró. Aquello no era necesario.

—Porque te sentías responsable de que hubiera perdido el niño —dijo sin emoción.

En ese momento se apartó el pelo de la cara y no pudo ver la reacción en la cara de Pedro.

—Yo soy responsable —admitió Pedro.

—Fui yo quien salió corriendo.

—Pero yo te obligué, ¿no?

Pau se encogió de hombros.

—Ya no importa. He perdido el niño y tú eres libre —añadió poniendo fin a algo que sabía no debería haber empezado.

Su frialdad despertó su ira. En un segundo, Pedro se acercó a ella, la tomó de los hombros y la obligó a mirarlo.

— ¡Ya está bien! ¡Nunca me libraré de tí, Pau!. ¡No quiero librarme de tí! —declaró apasionadamente.

Ella debería sentirse alarmada por esas emociones, pero no lo estaba. Ni siquiera la afectaban. Nada le importaba ya.

—Dices eso pero no lo sientes.

—Sí, sí lo siento. Nunca he sentido algo tan profundamente como esto en toda mi vida ¡Maldita sea, Pau, tienes que creerme!

—Pobre Pedro, tienes que dejar de preocuparte por mí. Estoy bien, ya no tengo remordimientos —dijo tristemente.

— ¡Dios, remordimientos! ¡No tienes ni idea de cómo me martirizan! —dijo y el dolor en sus ojos estaba claro cuando la miró. Lentamente, con desgana, la soltó.

—No puedes evitar sentir eso. Ninguno de los dos puede.

—No he querido decir eso. No es lo que tú piensas.

—Yo no pienso nada —contestó ella encogiéndose de hombros.

— ¡Pues ya puedes empezar a pensar! —explotó Pedro y después, intentando recuperar el control, añadió— Lo siento.

—No pasa nada.

Pedro miró al cielo intentando ser paciente, pero cuando la miró estaba claro en su rostro el esfuerzo que hacía por controlarse.

—Sí, sí pasa. Tengo que hacértelo comprender.

—Te estoy escuchando.

—Con los oídos, pero no con el corazón. Quiero darte una explicación.

Pau observó sus mejillas pálidas y sus hombros cansados y quiso poner fin a la discusión.

—No necesito explicaciones, Pedro. Ya no importa.

— ¡Pues a mí sí me importa! Quiero... necesito explicarte. ¿Me vas a escuchar?

Pau  no quería. Sabía que dijera lo que dijera no cambiaría nada, pero quizá si lo dejaba hablar acabaría entendiendo como ella.

—Bien, te escucharé. Pero será mejor que entremos dentro —dijo entrando en la cabaña.

2 comentarios:

  1. Excelentes los 5 aps. Ojalá Pau ahora lo entienda.

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  2. Muy buenos capítulos! que difícil que se comprendan cuando pasaron por tanto, complicado ponerse en el lugar del otro...

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