martes, 12 de abril de 2016

Inesperado Amor: Capítulo 29

—Quiero que me contestes —exigió Alejandra— ¿Quién es ese hombre que ha contestado el teléfono y qué estás haciendo con él?

—¿Quién te ha dado mi número de teléfono?

—El abogado, le dije que tenía que ponerme en contacto contigo porque mi corazón está cada vez peor y él me lo dio.

—Está claro que debes estar bastante peor si necesitas llamarme aquí —se esforzaba por mantener la calma, ella sabía, por experiencia, que siempre que se enfadaba su madre se aprovechaba de ello— Dime una cosa, ¿no has pensado en ir al psiquiatra para que te diga por qué necesitas controlar a la gente que afirmas querer?

—Nunca pensé que podías llegar a ser tan mala como para dejarme —su madre emitió un sollozo.

Aquellos sollozos que Paula conocía tan bien, era un recurso que solía usar a menudo con ella y con su padre.

—No creo que debas ponerte así, no conseguirás nada. Es más, creo que esta conversación no tiene sentido, no quiero hablar contigo.

—Soy tu madre y te necesito.

-—No es una relación beneficiosa ni para mí ni para tí, me pondré en contacto contigo más adelante —dijo Maite deseando que quizá cuando llegaran las navidades podría ser capaz de hablar con su madre sin enfadarse al recordar los años que había desperdiciado por ella.

—¡No me has dicho quién es ese hombre! —le repitió su madre— Parece demasiado sofisticado para alguien cono tú. Quiero decir que yo te quiero, cariño, pero incluso yo que soy tu madre he de reconocer que no eres nada atractiva y que...

Paula colgó con suavidad y se quedó mirando la pared durante unos instantes mientras intentaba tranquilizarse. Su madre estaba enferma, no decía las cosas con maldad, aunque tampoco eran necesariamente verdad.

Estaba claro que ella no era de aquel tipo de mujeres que vuelven locos a los hombres, como tampoco tenía el aspecto de muñeca rubia delicada de su madre que hacía que los hombres quisieran protegerla. Pero aquello no quería decir que no tuviera ningún tipo de atractivo, lo único que tenía que aprender a potenciar los atractivos que tenía. Y estaba dispuesta a hacerlo. Ya no tenía que ocuparse de su madre y estaba dispuesta a sacar el máximo partido de su feminidad.

Paula  asintió con la cabeza muy decidida. Era el momento de empezar, y lo haría con Pedro, estaba claro que él no parecía actuar como si ella fuera irresistible, se estremeció al recordar el beso que le había dado en el bosque. Aunque desde entonces no la había tocado y no había hecho ningún comentario sobre el tema, ¿acaso aquel beso le había hecho darse cuenta de que no quería nada más con ella? Frunció el ceño.

—¿Malas noticias? —preguntó Pedro.

Paula se giró y vió a Pedro en la puerta.

—No, no es grave, sólo un pequeño malentendido.

—¿Puedo hacer algo para ayudar? —se ofreció él más aliviado al ver que Paula ya no estaba tan pálida.

Paula pensó que no podría ser de mucha ayuda a no ser que conociera a un psiquiatra en Illinois para que viera a su madre, alguien que lograra convencerla de que tenía un problema.

—No, gracias —quería cambiar de tema y miró a su alrededor en busca de algo que hacer ya que había terminado de limpiar, pero no vio nada para entretenerse— ¿Tienes alguna afición?

—No tengo tiempo para aficiones, normalmente trabajo mucho.

—Bueno, ahora es un buen momento para descubrir alguna —propuso ella muy animada—. ¿Qué te gustaría hacer?

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