miércoles, 6 de abril de 2016

Inesperado Amor: Capítulo 13

También sintió ganas de acariciar el resto de su cuerpo... Pedro bajó la mirada y se fijó en sus pechos, parecían rogarle que los tocara, su cuerpo parecía pedirle que lo estrechara entre sus brazos.

Pero Pedro se dijo a sí mismo que era imposible, él ya tenía una amante muy exigente, su profesión, la medicina. No tenía tiempo para dedicarle a ninguna mujer.

Frunció el ceño al recordar la única vez que había intentado mantener una relación mientras se entregaba a su trabajo. Las discusiones, las recriminaciones se habían repetido una y otra vez, no quería que algo así se repitiera nunca más. Había sido una lección dura de aprender, pero finalmente la había aprendido.

Pedro se dijo que estaba viviendo algo poco habitual, tenía más tiempo libre del que nunca había tenido y Paula podía ayudarlo a llenar aquellos espacios vacíos, aunque no llegaran a tener una relación sentimental, siempre podían ser amigos y hacerse compañía el uno al otro durante el tiempo que ella permaneciera allí.

De repente se imaginó a Paula tumbada en su cama y mirándolo con coquetería. Apartó aquella idea inmediatamente de su cabeza.

—Buenos días —logró decir finalmente—¿Quieres café? Está allí—le dijo señalándole la cafetera.

—Gracias —dijo ella mientras se dirigía hacia la cafetera.

De repente pudo oler la colonia de él y sintió ganas de besar sus labios, su calor. Paula se apresuró a apartar aquella idea de su cabeza mientras se servía una taza de café.

La verdad era que la atracción que sentía aquella mañana parecía aún más fuerte que la que había sentido la noche anterior. Pero la pregunta era qué podía hacer al respecto. Estaba bien que ella hubiera decidido que quería vivir una aventura con él, pero él también tendría que colaborar.

Paula decidió no preocuparse por lo que podía pasar y ocuparse sólo de lo que tenía que hacer por el momento.

—¿Ha llamado el sheriff? —le preguntó ella.

—No. Aunque no es de extrañar, no creo que se levante antes de las diez los fines de semana.

—La tranquilidad de vivir en una pequeña ciudad.

—Los seres humanos son iguales aquí y en las ciudades grandes sólo que aquí todo es más evidente.

—Me gustaría saber adonde se puede ir para huir del crimen ya que por lo visto las ciudades pequeñas tampoco son seguras. Todo este asunto le ha quitado totalmente el encanto a mi gran aventura.

—Dijiste que huías de tu hogar, ¿por qué? —Pedro aprovechó el momento para satisfacer su curiosidad.

—¿Por qué qué?

—¿Por qué huyes de tu hogar?

—Porque prefiero vivir en otro lugar, ¿nunca has tenido ganas de dejarlo todo y buscar una nueva vida?

Pedro frunció el ceño un poco.

—No, a veces he sentido ganas de que algunas personas desaparecieran de mi vida, pero yo nunca he querido salir en busca de otra.

A Paula aquello le resultó extraño. Pedro le había perecido una persona fuera de lugar, una persona que no parecía congeniar con la idea de pasarse día tras día en aquella casa sin hacer nada. A Paula le parecía una vida terriblemente aburrida, ¿acaso él no anhelaba un cambio?

—¿Te gusta vivir aquí? —le preguntó ella.

—¡Estás de broma! ¡Esto me vuelve loco! Pero no puedo volver al trabajo hasta que no se me cure el brazo e incluso entonces tendré que hacer rehabilitación para recuperar la movilidad de los dedos. No podré volver a trabajar hasta dentro de un par de meses, quizá más...

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