viernes, 15 de abril de 2016

Inesperado Amor: Capítulo 39

—Ni siquiera eso me ayudaría hoy.

—Cuéntamelo todo.

—Según la compañía de seguros, ni siquiera pueden empezar a tramitar nada hasta que no tengan la denuncia y siguen sin tenerla. El banco dice que el director sigue fuera y esperan que vuelva esta tarde pero no están seguros de que sea así. Y el abogado que se suponía que tenía que enviarme parte de mi dinero no ha podido hacerlo porque todo está paralizado.

—¿Paralizado?

—Han interpuesto un recurso —dijo ella reconociendo parte de la verdad.

No quería contarle que cuando había llamado al abogado para ver si su madre había retirado el recurso había tenido que escuchar sus críticas de mala hija. El abogado afirmaba que era increíble que una hija pudiera abandonar de aquella forma a una madre tan enferma. Ella había sentido ganas de decirle al abogado que llamara al médico de su madre para que le contara lo sana que estaba, lo único que la había detenido había sido saber que el médico nunca hablaría de la salud de su madre con el abogado.

En su lugar le dijo al letrado que le dijera a su madre que si seguía adelante, la llevaría a juicio para recuperar su dinero. El abogado se había enfadado aún más y Paula había terminado colgando.

—Si estás tan enfadada como pareces tu presión sanguínea está en grave peligro —afirmó Pedro.

Paula se quedó mirándolo, había estado muy enfadada, pero en el momento en que lo miró atentamente su enfado se disipó. Tan sólo se sintió decepcionada, pero no por las llamadas, era una decepción diferente. Se mojó los labios mientras se preguntaba cómo podía cambiar de humor con tanta rapidez.

—Necesitas aprender a controlar tu enfado.

La voz de él sonaba grave y suave, tomó aire al darse cuenta de que estaba muy cerca de ella. Tan cerca que podía sentir el calor del cuerpo masculino.

Él la acercó hacía su cuerpo lentamente. Paula sintió cómo sus pechos se endurecían y sus pezones se volvían rígidos mientras se apoyaba contra él.

Paula sintió cómo su pulso se aceleraba vertiginosamente y como si alguien ajeno a ella hubiera tomado el control de su cuerpo, miró hacía arriba, hacia los labios de él y sintió una gran emoción por todo su cuerpo.

Paula no supo quién de los dos terminó de acercar sus labios hacía los del otro, pero no le importó. Lo único que le importó fue que la besó. Hacía tiempo había sentido la necesidad de saborear los labios de él y como si él hubiera sentido lo mismo, acercó sus labios hacia los de ella y la besó con una intensidad propia de algo muy deseado.

Él acarició los labios de ella con la lengua y ella la abrió para invitarle a entrar. Él lo hizo y dejó que su lengua recorriera cada milímetro de su boca.

El deseo apareció y Paula sintió cómo se apoderaba de todo su cuerpo y se dejó llevar por las sensaciones que le provocaba aquel beso profundo. Pedro sabía a café, a café y a algo tan masculino y tan íntimo que ella no podía dejar de saborearlo una y otra vez.

Cuando Pedro apartó la cabeza, Paula tomó aire e intentó captar todo el olor de él, toda su esencia. Todo su cuerpo estaba en llamas y lo llamaba, lo llamaba sin cesar, estaba impaciente.

Pero Pedro no siguió besándola, en su lugar se quedó mirándola, mirando sus labios enrojecidos.

—¿Te encuentras mejor? —le preguntó él.

Durante unos segundos Paula pensó en decirle la verdad. En decirle que en lugar de hacerle olvidar su decepción, había hecho que ésta creciera. Él la había besado intencionadamente, había querido hacerlo y había sentido lo mucho que ella también lo deseaba. Pero aun así había dejado de besarla, había parado porque había querido, porque había tenido suficiente.


Al darse cuenta de aquello Paula sintió cómo su orgullo se hacía cada vez más fuerte, tenía que ser tan sofisticada como él o Pedro no volvería besarla. Y ella quería que la besara de nuevo desesperadamente.

Utilizó toda la fuerza de voluntad que tenía para apartarse de él.

—Sí, me encuentro mucho mejor, gracias.

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