lunes, 25 de abril de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 16

Se enteró de que Pablito había cumplido diecisiete meses el primer día del mes, que hablaba increíblemente bien para un niño de su edad y que no había empezado a andar hasta que tenía más de un año, lo que preocupó tanto a su madre como a su abuela.

-Al fin y al cabo, aunque nos habían garantizado que el niño no resultó herido en el accidente, nos preocupaba que pudiera surgir algún efecto secundario.

-A Pilar la preocupaba -le corrigió Paula-. Según todo lo que yo había leído, el niño era completamente normal.

-En cualquier caso, estábamos muy agradecidas de tenerlo -dijo Pilar-. Volvió a traer algo de vida a la casa, que era una tumba desde la muerte de Pablo -se hizo un silencio y Pilar debió de darse cuenta de que no había elegido las palabras más adecuadas-. Bueno, ya sabes lo que quiero decir.

Pedro sonrió para intentar aliviar la tensión del momento.

-Supongo que un bebé ilumina el corazón más apesadumbrado.

La palabra corazón le retumbó en la cabeza y se preguntó si habría sido el único que pensó inmediatamente en transplantes.

-¿Eres de Filadelfia? -era la primera vez desde el baile que Paula le hacía una pregunta.

Él sabía que en gran medida lo había hecho para romper el silencio, pero tenía los ojos azules fijos en él con interés sincero.

-Sí.

-¡Oh! -Pilar sintió curiosidad inmediatamente-. Es una ciudad encantadora y majestuosa. ¿Tu familia vive allí?

Él dudaba que a Pilar le hubiera parecido encantador su barrio.

-No -se limitó a decir-. Soy hijo único y mi madre murió cuando yo estaba en la universidad.

-¿Y tu padre?

-Murió en un accidente antes de que yo naciera -también podría haberle contado todo lo demás, su vida había salido a la luz en los artículos que habían escrito sobre él-. Supo de mi existencia, pero murió antes de que pudieran casarse.

-Tu pobre madre... -Pilar tenía lágrimas en los ojos-. Es espantoso perder un hombre joven. Además, entonces, criar un hijo ilegítimo suponía un estigma mucho mayor que hoy en día.

Pedro podría haberla besado. Debió haber sabido que alguien con un corazón tan bueno como ella no la juzgaría. Podría haberle contado infinidad de ejemplos sobre lo difícil que había sido para su madre y él, pero Paula hizo un sonido como si se hubiera atragantado. Pedro la miró y estaba sonrojada y miraba a su suegra con expresión de escándalo. Se dió cuenta de que estaba... estaba incómoda por él porque su suegra lo había llamado bastardo, aunque lo hubiera hecho con las mejores intenciones. Le gustó que ella se preocupara por sus sentimientos, pero sabía que Pilar no tenía intención de ofenderlo. Sencillamente, había veces que no pensaba lo que decía. Tuvo que contener una carcajada.

-Me llamo como mi padre -dijo para disimular la risa-. Él se llamaba Pedro.

Paula se aclaró la garganta.

-Entonces, mi hijo y tú tienen algo en común. Los dos se llaman como sus padres y nacieron después de su muerte.

Pedro asintió con la cabeza sin saber muy bien qué hacer con aquella conversación.

-Mis padres también han muerto -siguió diciendo ella con una voz tranquila y bien modulada-. Mi madre murió joven, como tu padre, y no la conocí. Perdí a mi padre cuando yo estaba en la universidad. Fue... terrible.

-¿Se llevaban bien?

Ella asintió con la cabeza y los ojos clavados en la mesa.

-Mucho. Me quedé destrozada.

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