miércoles, 20 de abril de 2016

Inesperado Amor: Capítulo 58

Deseó recibir la información sobre la Universidad de Boston pronto para poder convencerla de que estudiara allí. Después de tres horas recorriendo el mercadillo decidieron regresar a casa.

— ¿Viste algo que te llamara la atención? —le preguntó Paula cuando se dirigían a la camioneta.

—No, creo que no tengo futuro como coleccionista de cosas.

—Bueno, por lo menos lo hemos intentado.

—¿Quieres que cenemos fuera? —le propuso Pedro cuando salieron del estacionamiento.

—He dejado un poco de carne preparada y no tardaré en terminarla, prefiero que vayamos a casa —dijo ella, la verdad era que también prefería estar a solas con él.

—De acuerdo.

Media hora más tarde llegaron a casa. Había un coche aparcado delante de la puerta. Quizá alguien había acudido en busca de Paula, a Pedro siempre le había resultado difícil de creer que ella no estuviera con nadie.

—Parece que tienes visita —dijo ella.

Pedro la miró, pero ella sólo parecía curiosa. Como si el coche que había allí no tuviera nada que ver con ella.

—No conozco el coche —dijo él mientras paraba el motor.

—¿Y conoces todos los coches de la ciudad?

—Casi todos.

—Quizá sea alguien de Boston.

—Quizá —dijo él mientras miraba a su alrededor—. Pero si fuera así, ¿dónde están? Dejé la casa cerrada. Tú quédate aquí.

Salió de la camioneta y se dirigió a la casa.

Paula salió de la camioneta rápidamente y se unió a él. No iba a permitir que se enfrentara a un extraño él solo.

—No puede ser nadie malo —dijo ella intentando tranquilizarlo tanto a él como a sí misma—. Sino no habrían dejado el coche frente a la casa.

Pedro frunció el ceño.

—Por lo menos quédate detrás de mí hasta que averigüemos qué está pasando.

Pedro abrió la puerta y se asomó a la entrada. No había nadie allí. Miró a Paula y ella se encogió de hombros.

Pedro le hizo un gesto a ella para que permaneciera donde estaba y siguió avanzando.

Paula le observó acercarse al salón, no pensaba que hubiera nadie escondido en la casa, pero el coche de fuera y...

—Ya era hora de que alguien apareciera.

El sonido de aquella voz de mujer hizo que Paula se estremeciera, cerró los ojos y tomó aire. Intentó decirse a sí misma que todo aquello eran imaginaciones suyas, ella no podía estar en aquella casa, no le había dado la dirección. Pero de repente recordó que sí se la había dado al abogado.

—¿Paula?—Pedro la llamó desde el salón, había estado tan absorta que ni siquiera le había visto entrar allí.

Paula se obligó a sí misma a ir al salón. Podía notar cómo su piel estaba pálida y le temblaban las piernas.

—Paula, cariño, ¿no vas a saludarme después de hacer un viaje tan largo para verte?

Miró a su madre que estaba tumbada en el sofá con una expresión de enferma desvalida que Paula conocía muy bien.

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