viernes, 29 de abril de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 23

Las había. La muerte de Pablo fue un amargo ejemplo de la insignificancia del dinero en comparación con la muerte de un ser querido. Pero aun cuando Pablo vivía y el dinero no era un problema, ella nunca había sido frívola.

Llevaba ropa buena, no demasiado llamativa ni a la moda, que le duraba años y no iba a cambiar sus costumbres porque hubiera mejorado su situación económica.

Agradeció aquella actitud cuando Pablo murió y ella comprobó sus apuros económicos.

-Paula...

Volvió bruscamente a la realidad y se encontró con que Pedro la observaba con curiosidad desde el sendero.

Ah, hola. Perdona -dijo ella intentando no hacer caso del pulso que se le había desbocado-. Estaba soñando despierta.

-¿Dónde está tu compañero inseparable? -preguntó él mirando alrededor.

Ella sonrió y se señaló el reloj.

-Son las ocho y media. Pablito suele acostarse a las ocho. Quería fumigar las rosas para que no se las coman los pulgones.

-Son preciosas. He visto que tienes muchas rosas. Dan bastante trabajo, ¿no?

-Sí, pero no me importa. La jardinería me viene muy bien. Con un par de horas a la semana todo está perfecto.

-Yo había supuesto que alguien se ocuparía de esto -dijo él con cierto tono de sorpresa-. ¿Lo haces tú todo?

-Casi todo.

Mantuvo la mirada fija en el rosal, aunque notaba que las mejillas se le ponían como tomates. Afortunadamente, estaba anocheciendo y él no podría notarlo.

-No es para tanto -siguió ella-. La jardinería no lleva mucho trabajo si le dedicas un poco de tiempo a la semana. Además, yo no corto la hierba.

Él sacudió la cabeza.

-Eres una mujer sorprendente, ¿lo sabías? Ella negó con la cabeza.

-No, no lo soy -dejó los utensilios en la cesta que llevaba.

-Según Pilar, eres una mezcla de super heroína y ama de casa perfecta.

Ella se rió mientras se levantaba.

-Es aterrador.

-Está decidida a que vuelvas al mercado.

Se acercó un poco y le ofreció la mano para ayudarla, pero ella fingió no darse cuenta. Tocar a Pedro no habría sido una buena idea, sobre todo cuando su mera vecindad hacía que tuviera todo el cuerpo en efervescencia.

-Piensa que eres demasiado seria para ser tan oven.

De repente se sintió furiosa. Mucho más furiosa de lo que se merecían las palabras de Pedro y tuvo que hacer un esfuerzo para contenerse.

-Si soy seria es porque tengo que ocuparme de una familia y una casa -dijo cortantemente-. Pilar no se da cuenta de que alguien tiene que ser responsable.

Se hizo un silencio sepulcral. El remordimiento se abrió camino entre la furia dejando un rastro de vergüenza. Pilar la quería y dependía de ella. No era culpa suya si nunca había tenido que preocuparse por el dinero y tenía que estarle agradecida por preocuparse por su felicidad. Si tenía que culpar a alguien de su situación... ¡No! No podía seguir ese razonamiento. Hizo un esfuerzo por calmar la ira que todavía le bullía en su interior.

-Lo siento -dijo en voz baja.

Pedro volvió la cabeza e, incluso en la penumbra, ella pudo notar la intensidad de su mirada.

-¿Por qué?

-Sabes por qué -dijo con tono de cansancio por intentar eludir las maniobras de Pilar-. Sé que a veces he sido poco hospitalaria. Es que...

Se dió cuenta de que estaba a punto de hacer una confidencia a un hombre al que casi no conocía y se mordió la lengua.

-¿Es que...? -el tono era profundo y tranquilizador.

Ella suspiró. -Nada.

Pedro se quedó en silencio y ella se volvió para mirar el jardín. Las flores blancas de una clemátides trepaban por la valla que rodeaba la piscina y brillaban en la penumbra como si tuvieran luz propia.

-¿Es que...? -volvió a preguntar él.

En ese mismo instante, dos grandes manos cayeron sobre los hombros de ella y empezaron a hacerle un masaje.

No hay comentarios:

Publicar un comentario