viernes, 15 de abril de 2016

Inesperado Amor: Capítulo 42

—Te voy a nombrar el rey del colesterol, comes demasiada comida basura.

—Mi colesterol está perfectamente, gracias, he heredado genes de calidad.

Paula lo miró detenidamente y se fijó en aquel cuerpo perfecto milímetro a milímetro y no pudo evitar notar cómo su cuerpo se acaloraba y sus pezones se endurecían.

Se movió un poco. Estaba avergonzada de su reacción, pero no tardo en disculparse a sí misma. Después de todo era una mujer adulta con deseos y dos buenos ojos capaces de identificar un cuerpo tan perfecto.

—Espero que les hayas agradecido a tus padres el legado genético que te han dejado.

—Puedes preguntarles si realmente estoy agradecido en persona —dijo él sin prestar mucha atención ya que un coche había girado de repente y Pedro había tenido que dar un frenazo para no chocarse con él.

Paula se preguntó cuándo podría preguntarles algo así, ¿acaso Pedro estaba pensando en que siguieran siendo amigos una vez que terminara el acuerdo? Paula sintió una inmensa alegría y su pulso se aceleró antes de que su sentido común le hiciera poner los pies en la tierra. Incluso aunque él quisiera, ella no creía que fuera posible ya que cuando él regresara a Massachussets ella estaría en Illinois.

Aquella idea la hizo sentirse vacía, pero intentó librarse de la sensación concentrándose en su objetivo principal. Se recordó a sí misma que tenía ganas de volver a estudiar, que deseaba terminar sus estudios y comenzar a trabajar con niños. Así lograría hacer realidad su sueño.

Pero entonces, ¿por qué la idea no la hacía inmensamente felíz? Miró a Pedro pero él estaba concentrado en la carretera. No estaba entusiasmada porque por primera vez en la vida le interesaba un hombre de verdad. Y la fascinación que sentía por aquel hombre no le permitía pensar en nada más.

—¿Me harás la tarta? —preguntó Pedro de repente.

—Si estás dispuesto a pasar por el supermercado sí, no sé si tenemos los ingredientes necesarios para hacer una tarta.

—Por supuesto, iremos allí de camino a casa.

—Y que no se te olvide que esta noche vamos a las clases de baile de salón —le recordó Paula deseando que el entusiasmo que sentía por pasar la tarde entre sus brazos no se notara— Había clases de baile o de encaje, pero no creo que a tí te guste el encaje.

Pedro pensó que le encantaría hacer algo de encaje si ella fuera a ponérselo después. De repente se imagino aquel cuerpo esbelto con un camisón negro de encaje y todo su cuerpo reaccionó con entusiasmo. Se esforzó por mantener sus hormonas bajo control, pero la imagen de Paula tumbada en su cama, con el camisón de encaje transparente y la piel blanca como las perlas no desaparecía de su mente.

Se preguntó qué diablos le estaba pasando, no había estado tan obsesionado con una mujer desde que era un adolescente. Pero él ya era un hombre maduro y responsable. Entonces, ¿por qué su cuerpo reaccionaba como si fuera un adolescente?

Pedro la miró de reojo. Paula era diferente, ahí estaba la respuesta. No sólo era una mujer muy atractiva, sino que había algo en su carácter que le llamaba la atención, algo que nunca había sentido por nadie. No sólo la deseaba, sino que también le gustaba. La respetaba y la admiraba por lo que quería ser, por lo que era...

Pedro se dijo que no debía a seguir con esos pensamientos. Ella tan sólo se quedaría allí un par de semanas, cuando solucionara lo de su coche se iría, y aunque quisiera quedarse un poco más terminaría marchándose ya que empezaba las clases. Era imposible mantener una relación estando tan lejos uno del otro.

Aunque en Boston también había buenas universidades para la formación del profesorado, tenía una de las más prestigiosas del país. Paula podría estudiar allí y si lo hacía podrían mantener el contacto. Se sonrojó al pensar en el tipo de contacto que le gustaría tener con ella.

Era una posibilidad que merecía la pena estudiar. Tenía un amigo que daba clases en aquella universidad y decidió escribirle un e-mail cuando llegara a casa para pedirle que le mandara un programa. Así podría enseñárselo a Paula y ver cómo reaccionaba.

Una cosa estaba clara, no importaba lo que pasara en el futuro, quería aprovechar el presente al máximo.

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