-Gracias. Mi hijo donó su corazón -hizo un gesto con la mano que abarcó toda la habitación-. Es un acto maravilloso donde se puede recaudar fondos para la donación de órganos.
Pedro tragó saliva y se pasó un dedo por el cuello de la camisa como si estuviera demasiado apretado.
-Estoy completamente de acuerdo.
-Lo único que lamento es no haber conocido a la persona que recibió el corazón de Pablo - siguió diciendo Pilar-. Me habría gustado ver la cara de la persona que lleva una parte del cuerpo de mi hijo.
Paula hizo un gesto de impaciencia con la mano, pero se contuvo inmediatamente y juntó las manos sobre el regazo.
-Eso es imposible, Pilar. Ya conoces las normas. Es anónimo salvo que el receptor decida presentarse.
Pilar asintió tristemente con la cabeza.
-Ya lo sé -miró a Pedro-. Recibimos una nota anónima del hombre que recibió el corazón. Era encantadora y me habría gustado mucho que hubiera querido conocernos.
Pedro asentía con la cabeza y con gesto inexpresivo.
-Paula no comparte mis ganas de conocer al receptor.
Paula habría querido estrangular a su suegra.
-Es que... Pablo ya no está y hay alguien por ahí que lleva su corazón. Me siento un poco... resentida. Ya sé que es mezquino e injusto, pero... -intentó sonreír para suavizar sus palabras-. Si funciona tan bien, ¿por qué no lo lleva Pablo? Lo siento, Pilar, pero por el momento no quiero conocer a esa persona.
-Yo también lo siento, cariño -Pilar tomó la mano de Paula-. No quería parecer insensible a tu dolor -sonrió y se volvió hacia Pedro-. Los transplantes de órganos son bastante complicados y no sólo por una cuestión médica.
Pedro asintió con la cabeza. Miraba a las dos mujeres con ojos abatidos.
-Muy complicado, desde luego.
Paula sintió lástima. Estaba claro que el transplante de órganos no era algo agradable para él.
-Pedro, ¿has venido a Baltimore por motivos de trabajo?
Él se volvió hacia ella con un alivio tan evidente que Paula estuvo a punto de sonreír.
-Sí, soy arquitecto y he pensado abrir una sucursal de mi empresa aquí.
-¡Ah! Eres ese Alfonso -exclamó Pilar mientras se volvía hacia Paula-. Pedro ha diseñado un no sé qué solar...
Se volvió hacia él para que se lo confirmara.
-Una ventana.
-Ha sido un éxito enorme. Leí un artículo sobre tí la semana pasada. Al parecer, tu ventana está revolucionando la construcción con energía solar.
-Quizá.
Él inclinó la cabeza. Era la viva imagen de la humildad, una imagen difícil de compaginar con la seguridad del hombre real.
-¿Utilizas esa ventana en tus proyectos? -le preguntó Pilar.
Él dudó.
-No siempre. Me gustaría que me conocieran por la calidad de mis proyectos, no porque llevan algo peculiar.
-¿Te has hecho una casa impresionante y podemos visitarla? -Pilar no callaba.
-¡Pilar!
Paula estaba atónita, su suegra solía ser la personificación de la discreción.
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