domingo, 17 de abril de 2016

Inesperado Amor: Capítulo 46

—Es más seguro —dijo Pedro sin querer confesarle que había ciertas personas que creían que por el hecho de ser médico tendría medicinas en la casa que podrían vender en el mercado negro a buen precio.

Y había demasiada gente en la ciudad que sabía que él era médico. Lo positivo de todo aquello era que lo conocían desde hacía tanto tiempo que ya no solían mencionar su profesión.

—Supongo que tienes razón —dijo Paula con un suspiro— Pero es una pena, todo parece tan tranquilo aquí.

—El delito está en todas partes, sino recuerda lo que te pasó a tí.

—Sí, pero eso fue en la ciudad, aquí estamos en el campo.

—Sigue siendo el mismo mundo, y un hombre prudente debe tomar precauciones.

—Las mujeres prudentes también lo hacen, aunque a veces no sirve de mucho. Pero hablemos de otra cosa más agradable.

Pedro miró la luminosa cara de Paula y sintió cómo el deseo volvía a parecer. De repente pensó que si ella quería hablar de algo más agradable, podrían hablar de sexo. No había nada más agradable que la idea de hacer el amor con ella.

Pedro se apresuró a librarse de aquel impulso, no quería apresurarse con ella. Tenía que tener una relación controlada con ella hasta que Paula no dependiera económicamente de él. Recordó lo de Illinois, quizá era el momento de preparar el tema acerca de Boston.

—¿Comenzaste la carrera en Illinois?

—Sí, estaba en Champaign Urbana hasta que a mi padre le diagnosticaron cáncer de pulmón. Y lo peor de todo era que él no fumaba.

Pedro  sintió ganas de consolarla y la abrazó con fuerza.

—Una de las lecciones más difíciles que el ser humano ha de aprender es que la vida no es justa.

Paula suspiró, por alguna extraña razón aquel pequeño gesto la tranquilizó mucho.

—¿Así que decidiste volver al mismo lugar para terminar los estudios?

—Sí, tengo que tomar las riendas de mi vida de nuevo.

—Una enfermedad terminal puede acabar con toda tu ilusión de vivir.

Paula pensó que no era la enfermedad de su padre la que le había hecho sentirse así, sino los continuos chantajes a los que le sometía su madre.

—Me gusta Illinois, es... —de repente Paula se dió cuenta de que quizá no podría comenzar el trimestre en la Universidad de Illinois.

La universidad le había dicho que la aceptaba en enero, pero tal vez cambiaran de opinión si no recibían el dinero pronto. Todo dependía del tiempo que su madre mantuviera el recurso.

—Quizá deberías valorar otras opciones. Quiero decir, ¿no has pensado en terminar tus estudios en algún otro lugar?

Paula sintió cómo su pulso se aceleraba por momentos, ¿acaso Pedro quería que terminara sus estudios en aquella zona? ¿Acaso le gustaba tanto que le quería pedir que se quedara para que se conocieran mejor?

—Boston tiene unas universidades maravillosas —aquel comentario hizo que las ilusiones de Paula se desvanecieran, Boston a cuatrocientos kilómetros de allí. Él no quería que ella estuviera cerca de él.

—Todas las universidades en las que he preguntado te piden que hayas estudiado por lo menos dos años en ellas, así que si pidiera otra universidad perdería un año de curso—y de dinero, se dijo Paula  para sí misma, y en aquellos momentos el dinero era más importante que el tiempo.

—Es verdad, pero quizá ese trabajo extra te sirva para hacer el doctorado, ¿vas a hacer el doctorado, no?

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