lunes, 4 de abril de 2016

Inesperado Amor: Capítulo 7

—Muy bien, eso es todo, señorita Chaves. Le daré la descripción del coche a la policía de tráfico —le dijo el hombre bajito que Pedro le había presentado como el agente Mygold.

—¿Cree que encontrarán el coche? —le preguntó Paula.

—Eso depende —dijo tras una pequeña pausa.

—¿De qué depende?

—De quién se lo haya llevado. Si han sido unos gamberros que querían darse una vuelta no tardarán en abandonarlo y probablemente lo recupere dentro de un día o dos. Pero teniendo en cuenta que es viernes por la noche esta posibilidad no es muy probable.

Pedro miró a Paula y después al agente.

—Bien, si ella no lo pregunta lo haré yo, ¿qué tiene que ver que sea viernes por la noche?

—El equipo de fútbol del instituto juega fuera de casa—contestó el sheriff.

—¿Y todos los chicos que podrían haber hecho algo así están en el partido?

—Así es.

—Y entonces, ¿qué otra posibilidad queda? —preguntó Pedro.

—Alguien que lo robó para sacar dinero. El que todas sus cosas estuvieran en el asiento de atrás probablemente resultó muy tentador. No debería dejar nada a la vista.

—Lo lamento —dijo ella mientras intentaba controlar su enfado, no le gustaba que le echaran la culpa.

Pero lo primero era recuperar el coche, después le diría un par de cosas...

—Debería haber dejado sus cosas en casa —volvió a insistir el agente.

—Sí, pero da la casualidad de que estoy huyendo de casa —dijo Paula.

Pedro la miró sorprendido y se preguntó si lo habría dicho en serio. Y si era así, ¿de qué hogar estaba huyendo? ¿O quizá era una persona? ¿de un amante o de un marido?

Pedro miró la mano izquierda de Paula, no llevaba ningún anillo ni parecía haberlo llevado. Aunque eso no era asunto suyo, no tenía ninguna intención de tener una relación sentimental con ella. No se atrevía. Una relación así exigía de él cosas que él nunca podría dar.

Sólo quería beneficiarse de la situación para limpiar un poco su casa y cambiar de menú. Y tener compañía, estaría bien tener a alguien con quien hablar por las tardes.

—Entonces, señorita Chaves, ¿dónde la localizo si averiguo algo? —le preguntó el sheriff.

—Se quedará en mi casa, va a ser mi ama de casa temporalmente.

—Sheriff... —dijo Paula un tanto indecisa— Como no conozco esta ciudad y aunque le agradezco a Pedro su ofrecimiento... Quiero decir...

—¿Quiere que le garantice que el hombre que la aloja no es un asesino en serie? —dijo el sheriff— No se preocupe, lo conozco desde que es niño y no es el tipo de hombre que se aprovecha de las mujeres. Lo normal es que tenga que apartarlas de su vida, más que al revés. Su padre era igual, recuerdo una vez...

—No tortures a esta mujer con historias de mi familia —se apresuró a decir Pedro antes de que el sheriff dijera algo sobre su profesión o empezara a hablar de su famoso tatarabuelo.

Las palabras del sheriff tranquilizaron a Paula. Estaba segura de que Pedro era una persona de fiar, como aparentaba, pero era mejor estar segura de ello. Además no tenía ningún interés en escuchar las proezas de aquel hombre con las mujeres, no le interesaba su pasado, sólo le interesaba su futuro...

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