miércoles, 27 de abril de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 20

-A él lo llamaron a filas. Se escribieron cartas y ella asegura que se enamoró a distancia. Se casaron tres días después de que él volviera a casa al terminar el primer año.

-Mamá... puja.

La voz chillona de Pablito hizo que los dos fueran hacia el niño que intentaba subirse a un columpio.

-Ya voy, Pablito.

Pedro se quedó a un lado mientras Paula montaba a su hijo en un columpio para niños pequeños.

-¡No! -protestó Pablito-. Lumpio ande.

-De acuerdo -Paula lo sacó del asiento y lo puso sobre su regazo en uno de los columpios grandes-. Mamá se columpiará contigo.

Agarró al niño con un brazo y empezó a balancearse impulsándose con los pies.

-Alf, puja.

Pedro pensó divertido que Pablito tenía muy claro como era todo el asunto de los columpios.

-Claro -se puso detrás de ellos-. Agárralo -le advirtió a Paula.

-¿Qué vas...? ¡Pedro! -fue un alarido.

Pedro tiró del columpio y lo soltó. No fue muy alto, pero Pablito se reía y gritaba.

-¡Más!

Él obedeció y los empujó durante un rato, hasta que Pablito empezó a agitarse. Paula paró el columpio y lo dejó en el suelo. Él salió disparado hacia una zona de tierra que había al lado. Paula  se bajó del columpio y se le cayó al suelo un sobre que llevaba en el bolsillo trasero del pantalón. Unos trocitos de papel, algunos de ellos como si fueran recortes de revistas, quedaron desperdigados por el suelo y ella se agachó para recogerlos.

Pedro la ayudó y se dió cuenta de que eran cupones. Sonrió, los cupones le recordaban a su madre.

-No hace falta... -empezó a decir ella, pero él le dió un puñado de cupones que había rescatado de la leve brisa-. Gracias -estaba sonrojada y volvió a meterlos en el sobre-. Son para el centro de ancianos.

Ah -la observó mientras guardaba todo en el sobre-. Mi madre era la reina de los cupones. No he conocido a nadie que estirara tan bien un presupuesto como ella.

Paula suavizó el gesto.

-Los cupones pueden ser muy útiles para alguien con ingresos escasos.

Él asintió con la cabeza.

-Es un detalle de tu parte.

Ella dudó y Pedro se preguntó qué habría estado a punto de decir, pero ella desvió la atención hacia Pablito que se había dejado caer en un montón de tierra.

-Pablito, no te comas la tierra.

Pedro se rió al ver que el niño se sacaba un puñado de tierra de la boca con gesto de culpabilidad.

-Algunos lo hacemos.

Ella también se rió.

-Unos más que otros -dijo irónicamente mientras iba hacia su hijo-. No puedo quitarle el ojo de encima. Quiere probarlo todo.

-Lo tendré presente.

Paula se había sentado en el borde del recinto de tierra y ayudaba a su hijo a llenar un cubo. Le sonrió y a él casi se le para el pulso. Era maravillosa.

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