viernes, 15 de abril de 2016

Inesperado Amor: Capítulo 40

—Mygold suele pasar el día aquí —dijo Pedro mientras estacionaba delante de la funeraria.

A Paula no le gustaba aquel lugar, le recordaba la muerte de su padre, pero abrió la puerta y salió de la camioneta. Pedro pareció notar que no estaba cómoda porque se acercó a ella y le agarró la mano. Ella lo miró muy sorprendida.

De nuevo apareció la llama, aquella llama que aparecía cada vez que él la tocaba, la rozaba, estaba cerca de ella. Aquel hombre parecía tener la habilidad para hacer reaccionar sus hormonas al instante, ¿a qué se debería? Y más importante aún, ¿por qué él no sentía lo mismo?

Paula miró a Pedro de reojo mientras se acercaban a la funeraria. Tenía una expresión normal, no había nada en su cara que indicara una mínima reacción, algo que le hiciera parecer deseable ante él, cualquier cosa...

Estaba claro que de alguna forma le gustaba porque él la había besado, ella no le había obligado a hacerlo. Lo miró de nuevo y tuvo la impresión de que nadie podía obligar a ese hombre a hacer algo que él no quisiera.

De repente se sintió más animada, Pedro Alfonso la había besado, y si lo había hecho era porque había deseado hacerlo. La había besado dos veces, y si lo había repetido era porque le había gustado la primera.

Pedro abrió la puerta de la funeraria y la mantuvo abierta para que Paula entrara.

Paula entró lentamente. Había ido hasta allí por un motivo, conseguir una copia de la denuncia, y no quería pensar en nada más. Sin embargo no pudo evitarlo, el olor de las flores y el ambiente del lugar hizo que se estremeciera.

—¿Estás bien? Te has quedado pálida.

—Estoy bien, es sólo que no me gustan las funerarias.

Pedro la agarró del cuello y la acercó hasta su pecho en un intento por tranquilizarla. Después le dio un tímido beso en los labios.

Paula sintió cómo el calor de los labios de él fluía por sus venas. El beso de la noche anterior le había provocado un intenso deseo de quitarse la ropa y sin embargo éste le hacía sentirse en paz, a salvo... ¿Cómo podía ser?

Se apresuró a apartar aquella idea de la cabeza, nadie podía hacerle sentirse a salvo, era algo que tenía que hacer ella sola.

—¿Por qué te disgustan tanto las funerarias? —le preguntó Pedro.

—Por la muerte de mi padre.

—¿Eres hija única?

—Sí, mi madre tuvo un embarazo difícil y se vió incapaz de afrontar otro —explicó ella y por primera vez pensó en la posibilidad de que lo del embarazo fuera una exageración más de su madre para no reconocer que era demasiado egoísta como para tener otro hijo.

—Tu madre debió sufrir mucho por la muerte de tu padre, ¿no?

No hay comentarios:

Publicar un comentario