martes, 12 de abril de 2016

Inesperado Amor: Capítulo 28

—Así que estabas aquí.

Paula dejó de fregar los platos, se giró para mirarlo y se quedó maravillada. Llevaba un jersey azul que le sentaba muy bien, era un hombre increíblemente atractivo y era un milagro que no tuviera pareja, debía tener práctica en deshacerse de mujeres.

A ella no tendría que decirle nada, tal vez le gustara, pero no quería tener una relación seria con él ya que a principios de enero tenía que estar en Illinois. Por primera vez la idea de volver a estudiar no la llenaba de entusiasmo y aquello la preocupó.

—¿Te has intoxicado con los productos de limpieza? Estás muy pálida.

Paula se sintió decepcionada, por una vez deseaba que un hombre la mirara y se sintiera terriblemente atraído por ella, aunque aquello era igual que desear que le tocara la lotería.

—Lo único que he estado usando ha sido jabón porque en esta casa no parece haber otra cosa.

—Sí, bueno... Ya se me estaba olvidando por qué te estaba buscando. Te llaman por teléfono.

A Pedro le resultaba extraño, pero cuando se acercaba a aquella mujer todo lo demás se le olvidaba y sólo podía pensar en ella. Nunca le había pasado aquello con ninguna otra mujer y estaba preocupado. Aunque se dijo a sí mismo que no debía preocuparse ya que Paula no tendría ninguna intención de tener una relación seria con él ya que en enero comenzaba a estudiar.

—¿Una llamada? ¿Sabes quién es? —le preguntó ella mientras se dirigía al salón.

—No me han dado ningún nombre, pero es una mujer.

Paula  se quedó helada durante unos segundos, pero intentó no dejarse llevar por el miedo, su madre no sabía dónde estaba. Probablemente sería la mujer de los cheques de viaje.

Paula tomó aire y habló por el auricular.

—¿Dígame?

—Paula, cariño, ¿quién es ese hombre que ha contestado el teléfono?

Paula  sintió cómo se quedaba pálida y se quedó mirando la pared del salón con la mirada perdida.

Después se dijo que era una mujer adulta e independiente y perfectamente capaz de hablar con su madre, pero las repentinas náuseas y el zumbido en su oído le hacían darse cuenta de que su cuerpo no pensaba lo mismo.

Pedro frunció el ceño cuando vió a Paula palidecer por momentos ¿Con quién estaría hablando? ¿Sería la señorita del banco para decirle que no podría recuperar su dinero? Pero una noticia como aquélla no podía afectarla tanto. Estaba muy seria y muy tensa, tanto que parecía que iba a romper el auricular con la mano.

—¿Algún problema?

Paula se sobresaltó como si se le hubiera olvidado por completo que Pedro estaba allí. Tapó el auricular.

—No, todo está bien —le contestó.

Pedro reprimió el impulso de estrecharla entre sus brazos y decirle que todo iba a salir bien, que él la protegería. La forma en que se comportaba lo dejaba todo claro, quería estar sola.

—Estaré en la cocina por si me necesitas —le dijo él y se fue.

Paula esperó a oír cómo la puerta de la cocina se cerraba y después reanudó la conversación.

—¿Qué quieres, madre?

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