viernes, 22 de abril de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 5

Sin embargo, a Pedro parecía no importarle.

-La triste realidad, señoras, es que vivo en una casa muy pequeña en una zona bastante ruidosa de la ciudad mientras construyen la que será mi casa.

Además, el contratista me dijo la semana pasada que van retrasados, por lo que voy a tener que esperar más de lo que pensaba.

-Es una lástima -dijo Paula.

-Es absurdo -le corrigió Pilar-. No puedes vivir así.

Pedro sonrió y se encogió de hombros.

-Sí puedo, aunque no me guste.

-Seguramente no pases mucho tiempo en casa si estás poniendo un estudio nuevo -comentó Paula.

-La verdad es que sí lo paso. Tengo un director de estudio extraordinariamente competente que se ocupa de todos los asuntos cotidianos para que yo pueda seguir haciendo proyectos. Mi estudio privado está en mi casa.

-Pero... para el proceso creativo es muy importante tener un espacio agradable -objetó Pilar-. Yo era pintora hasta que mis manos me lo impidieron... -levantó las manos y mostró los dedos retorcidos por la artritis-. Sé lo difícil que puede resultar.

-Afortunadamente -le dijo Pedro-, es algo a corto plazo. El estudio estará funcionando dentro de dos meses y podré trabajar allí hasta que terminen mi casa.

-Pero no puedes seguir viviendo en un sitio donde estás incómodo... ¡oh! - Pilar se puso una mano en el pecho-. He tenido una idea genial.

El tono entusiasmado aterró a Paula.

-¿De qué se trata?

-¡Pedro puede vivir en la casa de invitados!

-¿La casa de invitados? -Paula no daba crédito a lo que había oído-. Pero... el agua y la electricidad están cortadas.

Ni podían permitirse el contratarlas, se dijo a sí misma.

Además, las casa de invitados que había en la extensa finca que compartía con Pilar se veía desde la casa principal. La mera idea de tener a ese hombre tan cerca hacía que sintiera algo parecido al vértigo.

-Un detalle sin importancia. Es una solución perfecta -Pilar se volvió hacia Pedro-. Es una casa de dos pisos con dos dormitorios, cocina completa, sala y comedor. Estoy segura de que es mucho más grande y más tranquila que donde vives ahora. ¡Sería perfecta para tí!

Paula pensó que rechazaría amablemente el ofrecimiento después de agradecérselo una y mil veces.

-Es muy generosa, señora Rodríguez. Se lo agradecería eternamente -se detuvo-. ¿Está amueblada?

-No -Pilar inclinó la cabeza-. ¿Es un inconveniente?

-En absoluto. Tengo algunos de mis muebles en la casa de la ciudad -arqueó las cejas-. Si lo dice en serio, estaría encantado de aceptar.

Paula lo miraba fijamente. ¡Eso no era lo que él debía decir!

-Maravilloso -el tono de Pilar indicaba que el asunto estaba zanjado-. Mañana la limpiaremos. Podrás mudarte a principios de la semana que viene.

-¿Cuál es la renta?

Pilar agitó una mano. -No hace falta...

-Sí -lo dijo tan rotundamente que, por una vez, Pilar no parecía dispuesta a discutir-. Lo es. No puedo aceptar un regalo así. Además, yo me ocuparé del agua y la electricidad.

-Bueno, si insistes... -la voz de la mujer era un poco lúgubre-. Ya lo hablaremos más tarde y llegaremos a un acuerdo.

Paula quiso gritar que eso era imposible, pero, en realidad, la casa era de Pilar y podía invitar a quien quisiera.

Miró a su suegra con la intención de que interpretara el mensaje que estaba mandándole con los ojos. ¿Qué sabía de Pedro Alfonso? Había leído algo sobre él, ¿pero era suficiente? Que hubiera patentado un invento no lo convertía en alguien aceptable.

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