domingo, 24 de abril de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 12

Pablo había muerto hacía dos años. Durante el primer año y medio ni siquiera se le pasó por la cabeza mirar a otro hombre. Sólo había sufrido y se había ocupado de su hijo. Cuando se dió cuenta de su situación económica, se dedicó por completo a intentar mantener el barco a flote sin preocupar innecesariamente a Pilar, quien no tenía cabeza para los números y parecía incapaz de asimilar la necesidad de apretarse el cinturón.

Sin embargo, hacía unos meses, Pilar había empezado a preocuparse porque Pablito creciera en una casa llena de mujeres. Había organizado una conspiración con sus compañeras de bridge, sus parejas de golf y sus amigas de almuerzos para presentarle nietos, sobrinos, ahijados, vecinos, abogados, contables y cualquier hombre que se les ocurriera.

Ella había conseguido esquivar a casi todos, aunque se citó con tres desconocidos y una de aquellas citas fue tan espantosa que nunca la olvidaría.

Sacó un vestido negro y se lo puso, se calzó unas sandalias, se paró un instante y tomó aire. Intentó serenarse y se dijo que no solucionaría nada enfadándose.

Además, sabía que Pilar no quería incomodarla. La buena mujer la había recibido en la familia con tanto cariño que a veces le parecía como su propia madre. Al pensar en su madre, que murió cuando ella nació, sus pensamientos se dirigieron inevitablemente hacia su padre. Volvió a tomar aire y los ojos se le empañaron de lágrimas.

Había sido bibliotecario de la universidad y vivía en su mundo, pero quería mucho a Paula, como ella lo quería a él. Su muerte, cuando ella estaba en el último curso de la universidad, fue devastadora. Lo único que hizo que lo superara fue Pablo, a quien había conocido unos meses antes. Le pareció natural acudir a él cuando se enteró de las deudas de juego de su padre y le pareció más natural todavía aceptar su petición de matrimonio unos meses más tarde. Todavía lo echaba de menos. No llevaban ni un año casados cuando murió.

Volvió a suspirar y se miró en el espejo de cuerpo entero para asegurarse de que no tenía rastros de lágrimas. No quería que Pedro percibiera ningún signo de debilidad.

El timbre de la puerta sonó con un tono imperativo mientras ella bajaba las escaleras. Alicia cruzó el vestíbulo y Paula pudo oír el saludo. La voz era inconfundible y notó un escalofrío en la espina dorsal. ¿Qué tenía Pedro que la alteraba tanto? Había sido educado y amable en el baile. No podía encontrar un fallo aunque lo intentara. No se la había comido con los ojos descaradamente como el idiota con el que había salido. Era encantador con Pilar y la escuchaba como si le interesara lo que decía. Debería ser el hombre perfecto.

Sin embargo... había algo que la molestaba. Algo tan profundamente instintivo que no podía pasarlo por alto. Estaba segura de que no era que fuese increíblemente sexy y atractivo, aunque era algo que no se le escapaba.

En ese momento, el objeto de sus preocupaciones entró en el vestíbulo.

Alicia cerró la puerta.

-Le diré a la señorita Rodríguez que ha venido. Pase a la sala -le dijo el ama de llaves antes de volver corriendo por donde había ido. Paula sabía que Pablito estaría gateando por el suelo inmaculado de la cocina en busca de algún cajón que no estuviera completamente cerrado.

Pedro  empezó a cruzar el vestíbulo, pero se paró al verla a mitad de las escaleras.

-Buenas tardes. Estás más guapa que nunca.

-Gracias.

Ella inclinó la cabeza e intentó no hacer caso del rubor de placer por las palabras.

2 comentarios:

  1. Es espectacular esta historia. Va a costar que Pau le de bola me parece jaja.

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  2. Hermosos capítulos! Que difícil se le va a hacer a Pedro, Paula tiene la cabeza en otra cosa!

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