domingo, 10 de abril de 2016

Inesperado Amor: Capítulo 27

—¿Paula? —repitió él.

—Sí, estoy bien —dijo ella mientras se apresuraba apartar la mirada— Sólo me he tropezado y he perdido el equilibrio.

Estuvo a punto de decir que casi pierde el poco sentido común que le quedaba pero se calló.

—Quizá la próxima vez deberíamos caminar por la carretera —sugirió Pedro.

Paula lo miró fijamente.  Los ojos de Pedro brillaban como si fueran dos velas en la oscuridad.

— Aunque por la carretera pasan coches y son mucho más peligrosos que las piedras en el camino.

Paula dejó de mirarlo a los ojos para mirar su boca, el movimiento de sus labios la dejó fascinada y no podía apartar la mirada de aquellos labios perfectos y tentadores ¿A qué sabrían? ¿Qué sentiría si los besara?

Paula  se quedó sin respiración a medida que la boca de él se acercaba hacia ella. Podía sentir su aliento, sintió el calor de los labios de él acariciar los suyos y la sensación hizo que se sobresaltara.

—¿Mejor? —le preguntó Pedro.

En realidad lo que Paula sentía era una gran frustración, no deseaba un beso superficial, quería que él la besara de verdad, que la estrechara entre sus brazos con fuerza.

Sin embargo él no parecía querer lo mismo o lo habría hecho. Aquello la entristeció, pero no quiso desanimarse. Se suponía que estaban haciendo ejercicio y aunque aquel beso había parecido uno inocente entre amigos por lo menos era un comienzo, podía convertirse en mucho más, aún tenían tiempo. Tendría que esperar semanas para solucionar lo del coche.

—Quizá deberíamos ir a la ciudad y andar por las aceras —sugirió Pedro.

—Conducir hasta un lugar para hacer ejercicio es de tontos —Paula intentó que su tono de voz fuera normal, no quería que él notara lo mucho que aquel beso la había afectado.

—La lista de tonterías que se hacen hoy en día es interminable. Hace tiempo la gente hacía suficiente ejercicio en su vida diaria.

—He estado en un par de museos donde se podía ver a gente sacar agua del pozo, cortando leña y cocinando en una hoguera —dijo Paula mientras se encogía de hombros— Yo no quiero vivir de aquella forma.

Pedro tosió.

—¿Acaso no te gusta la aventura?

—Prefiero una aventura razonable ¿Hasta dónde llega este bosque?

—Recorre muchos kilómetros aunque a mí me pertenece sólo un poco, el resto es de la ciudad —de repente el reloj de Pedro sonó—Es hora de volver.

Paula  se giró.

—Deberíamos caminar más deprisa.

—Pero el terreno no es muy bueno, tú ya te has tropezado una vez.

—Pero las vistas merecen la pena, apuesto a que dentro de unos días, cuando las hojas se hayan caído, seguirá estando precioso.

—Pero entonces no se podrá caminar por aquí.

Paula esperó a que Pedro se explicara y cuando no lo hizo le preguntó:

—¿Por qué no?

—Porque empieza la época de caza y te pueden disparar.

—¿Disparar? —Paula lo miró estupefacta— ¿Qué tipo de caza hay en este lugar?

—Los que dan problemas no suelen ser los cazadores, sino los inútiles que disparan a todo lo que se mueve y luego miran si era un animal o no—aunque no sólo en los bosques había locos disparando a cualquier cosa, se dijo Pedro.

—Así que este lugar no es seguro.

—No hay ningún lugar seguro —dijo Pedro y Paula tuvo la sensación de que estaba hablando de otro tema.

Lo miró unos instantes y se quedó muy sorprendida, era como si Pedro de repente hubiera puesto un cartel de prohibido el paso y ella no estaba preparada para enfrentarse a aquel estado.

Suspiró y siguió caminando a su lado.

—¿Quieres que limpie primero el piso de arriba?—le preguntó una vez que llegaron a la casa.

—No, tengo que hacer cosas en el estudio. Empieza por el piso de abajo.

Paula se dijo a sí misma que Pedro también le estaba pidiendo que no lo molestara.

—De acuerdo —dijo obligándose a sonreír—. Limpiaré el baño y tu cuarto mañana por la mañana.

—Muy bien, sólo te pido que no limpies el estudio. Me gusta mantener las cosas como están, si no, no encontraré nada.

—¿Has oído hablar de los archivadores?

—Tengo un sistema que funciona muy bien, voy a preparar café, ¿quieres un poco?

—Tomaré uno más tarde.

Paula le sonrió y salió de la cocina. Ella quería estar con él, pero no quería que él pensara que quería algo más de él, o que le gustaba. Aunque en realidad le gustara. Aunque... Paula recordó la forma en que él se había apartado de ella durante su paseo. Quizá se había debido a la forma en que ella había reaccionado a su beso, quizá era una forma de decirle que no se hiciera ilusiones...

Paula  se sintió avergonzada, pero no tardó en darse cuenta de que en realidad no sabía cuál había sido la razón, tal vez no tenía nada que ver con ella, tendría que tener mucho cuidado para que él no se diera cuanta de lo mucho que la afectaba su comportamiento.

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