miércoles, 27 de abril de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 18

La risa penetrante de un niño le sacó de sus pensamientos, bajó las escaleras de dos en dos y abrió la puerta de la calle.

-Hola, Paula.

Iban a desviarse por otro sendero y ella tuvo que mirarlo por encima del hombro. No fue un gesto de coquetería, pero las miradas se encontraron, y Pedro sintió como si se desgarrara por dentro. ¿Habría sentido ella lo mismo?

-Hola, Pedro.

Le encantó cómo sonaba su nombre dicho por ella, pero fue una sensación lejana. Estaba concentrado en el niño que se volvió para mirarlo.

-Hola -dijo amablemente mientras se agachaba para estar a la altura del niño.

Le costaba hablar. Notaba una opresión en el pecho y tuvo que aclararse la garganta. No podía entender por qué se sentía así, pero estaba claro que se sentía abrumado por conocer al hijo de Paula.

El niño se había soltado de la mano de su madre, se había puesto detrás de ella y lo miraba entre sus piernas. Lo miraba con gesto serio, hasta que una sonrisa traviesa iluminó sus ojos azules. Miró a su madre.

-¿Qué es?

-El señor Alfonso -le contestó Paula-. Va a ser nuestro vecino una temporada.

-Cenó Alf -dijo el niño con aire de satisfacción.

-Alfonso -repitió Paula.

-¡Alf! -insistió el niño con una sonrisa.

Pedro se rió.

-Alf está bien -le dijo a Paula, sin apartar los ojos del niño-. ¿Cómo te llamas?

El niño se metió el pulgar en la boca y sonrió, pero no dijo nada. -Dile cómo te llamas al señor Alfonso -intervino Paula.

-¡Alf!

-Eso, dile a Alf cómo te llamas.

-Pablito.

-Encantado de conocerte Pablito -Pedro alargó la mano-. ¿Me das la mano?

El niño se la estrechó vigorosamente y los rizos se agitaron. Volvió a ponerse detrás de las piernas de su madre, pero Pedro vió que le sonreía.

-Muy bien -Pedro se levantó.

Estaba dándole el sol y se refugió automáticamente en la sombra. Uno de los efectos secundarios de los medicamentos que tomaba era que aumentaban el riesgo de cáncer de piel.

-¿Van de paseo? -le preguntó a Paula.

Ella asintió con la cabeza mientras le revolvía los rizos a su hijo.

-A Pablito le encanta salir fuera. Si le dejara, se pasaría el día escarbando en la tierra.

-¡Escabando! -el niño había oído la única palabra que le interesaba-. Escabando ya.

Paula se rió y se despidió con la mano de Pedro.

-Muy bien. Despídete del señor Alfonso.

-Adiós -lo dijo por encima del hombro mientras arrastraba a su madre.

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