lunes, 25 de abril de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 13

Él también estaba impresionante, pero no iba a decírselo. Llevaba una camisa de seda negra de manga corta y unos pantalones también negros. La combinación era elegante y desenfadada e increíblemente atractiva. El pelo negro le brillaba con destellos azulados y la sonrisa era como un corte blanco en la cara.

Esperó al pie de las escaleras mientras bajaba y ella era consciente de que no le quitaba los ojos de encima, aunque no lo miró y prestó una atención innecesaria a dónde ponía los pies en los escalones.

-Te he traído una cosa.

Hasta ese momento, ella no se había dado cuenta de que tenía una mano en la espalda.

-No puedo aceptar un regalo -dijo ella.

Él sonrió.

-¿Una mujer a la que no le gustan las sorpresas? Increíble -sacó la mano con dos pequeños paquetes-. Sólo es una muestra de mi agradecimiento -le dijo mientras le daba uno-. Uno para tí y otro para Pilar en agradecimiento por su generosidad.

Paula no sabía qué decir. No sólo había dado un carácter personal a la situación, sino que había hecho que se sintiera increíblemente culpable por su cicatería. El remordimiento hizo que sonriera radiantemente.

-Está bien, en ese caso, acepto encantada.

Fue a tomar el paquete, pero él no lo soltó inmediatamente y sus dedos se rozaron mientras ella levantó los ojos para mirarlo.

Él le miraba la boca.

El tiempo quedó suspendido como las motas de polvo en las franjas de luz que atravesaban la habitación.

Tenía el rostro tenso y ella se quedó inmóvil mientras él levantaba los ojos hasta que las miradas se encontraron. Tenía la mirada intensa y voraz y ella tuvo que tomar aire por la impresión.

-Hola, Pedro-la voz alegre y cantarina de Pilar llegó desde las escaleras.

Pedro cambió la expresión y un distanciamiento amable sustituyó al anhelo.

Ella parpadeó cuando él le soltó la mano, dió un paso atrás y la dejó caer con el paquete entre los dedos.

Paula se dió la vuelta para saludar a Pilar, tomó aire e intentó serenarse. Aquella mirada podía haberla derretido.

-Pilar -Pedro tomó las manos que le ofrecía la mujer y le dió un beso en la mejilla. Luego, le entregó el regalo.

-¿Un regalo? No era necesario -hizo un gesto con la mano como si se avergonzara, pero Paula vió que levantaba la cajita y la agitaba junto a la oreja-. ¿Qué será? ¿Tú también tienes una? Es delicioso. Bueno, pasa a tomar algo mientras los abrimos por turnos.

Pilar entró en la sala. Después de otro momento en suspenso, Paula la siguió y se sintió como una hoja en el camino de una apisonadora.

Pilar mandó inmediatamente a Pedro al bar donde le sirvió un poco de jerez, Paula no quiso tomar alcohol.

-Un poco de agua con gas y lima, por favor.

Se le hacía raro volver a tener un hombre en casa. Había vivido sola con Pilar el doble de tiempo que con Pablo y a veces ni se acordaba de lo que era aquello. Le pareció un pensamiento sacrílego o traicionero, pero aquella situación no tenía ni pies ni cabeza. Quería gritar, pero se sentó en la butaca tapizada de seda a rayas que estaba junto al piano, se alisó recatadamente la falda y cruzó los tobillos sin pensar lo que estaba haciendo.

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