miércoles, 20 de abril de 2016

Inesperado Amor: Capítulo 60

—¿Qué está haciendo?

—Estoy intentando entender por qué se encuentra tan débil, su pulso está muy bien para una mujer de su edad.

—¡Mi edad! —la madre de Paula hizo ademán de levantarse, pero debió recordar el papel que estaba representando y de inmediato se volvió a recostar.

—Paula, por favor, ayuda a tu madre a incorporarse, quiero oír su corazón.

—No voy a permitir que un hombre cualquiera...

—Madre, éste es el doctor Alfonso, es cirujano y un gran especialista en corazón. Estudió en Harvard.

—No me importa quién diga que es, no pienso permitir que un extraño me toque.

Pedro la miró detenidamente.

—Como desee, pero no puedo ignorar el hecho de que usted afirma que tiene problemas cardíacos ¿Cómo se llama su médico de cabecera?

—No tengo...

—Se trata del doctor Whitney —afirmó Paula— Tengo su teléfono en mi agenda.

—Por favor, ve por él.

—No, me niego a permitir que lo llame —la madre de Paula parecía furiosa— Él no puede hacer nada desde Illinois.

—Puede enviar su historial médico al hospital de aquí —afirmó Pedro.

—¡No voy a ir a ningún hospital! Visitaré a mi médico cuando Paula me lleve a casa.

—No voy a ir a ningún sitio contigo —afirmó Paula una vez más, quizá si lo repetía varias veces su madre terminaría aceptándolo—Ni ahora, ni nunca.

Después de decir aquello salió corriendo de la habitación y se dirigió a la cocina. Comenzó a llorar al pensar en lo que Pedro estaría pensando de ella. No le importaba lo que pensara ni el abogado ni el reverendo, pero Pedro... Se mordió el labio para controlar los sollozos, él no querría ni hablarle después de aquello. Además, aunque intentara contarle la verdad sobre su madre, no tenía pruebas, el comportamiento de su madre era tan mezquino que la verdad resultaba difícil de creer.

Quizá lo mejor era que hiciera las maletas y se fuera, así le ahorraría la molestia de echarla. Por lo menos había recuperado sus cheques de viaje y tenía suficiente dinero como para alquilar un coche y una habitación el tiempo que hiciera falta hasta recuperar su coche.

Dió un paso hacia su habitación, pero se detuvo al ver trozos de cristales en el suelo. Una de las ventanas de la cocina estaba rota. En ese momento Paula entendió cómo su madre había entrado en la casa, era típico en ella, destruir todo lo que se interpusiera en su camino.

Paula decidió recoger los cristales antes de irse.

—¿Qué estás haciendo? —dijo Pedro desde la puerta. Ella se sobresaltó.

—Recogiendo esto. Te pagaré el cristal.

—Olvídalo, buscaré algo para taparlo más tarde. Me resulta difícil de creer que esa mujer sea tu madre.

—Todo el mundo dice lo mismo— -afirmó ella—. ¿Hay taxis en Vinton? —le preguntó ella. No quería que él tuviera que llevarla hasta la ciudad.

—No necesita un taxi, tiene un coche.

—No voy a irme con ella —dijo Paula, tenía la sensación de que si entraba en aquel coche con ella nunca podría escapar.

Pedro  frunció el ceño.

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