domingo, 3 de abril de 2016

Inesperado Amor: Capítulo 2

Paula estudió su cara detenidamente, sus facciones eran bruscas, no poseía una belleza habitual, pero era cautivador y parecía tener mucho carácter.

Le observó levantar la jarra de cerveza con la mano izquierda y se fijó en el brazo derecho, que estaba enyesado.

No parecía estar de muy buen humor, quizá le dolía el brazo, o quizá alguien le estuviera molestando, o estuviera viviendo un desengaño amoroso...

Paula se fijó en los sensuales labios masculinos y pensó que era más probable que fuera él el que rompiera corazones y no al revés.Ella comenzó a comer sin dejar de mirar al tal Pedro, la atraía de una forma que ella nunca había sentido antes.

Estaba claro que se trataba de una atracción puramente sexual.

—Aquí tiene la tarta de manzana, señorita —le dijo la camarera, asustándola.

Paula la miró y se sorprendió al descubrir que se había terminado el plato de chili sin darse cuenta.

—Muchas gracias —dijo ella mientras deseaba que aquella mujer no hubiese notado la forma en que se había quedado mirando a aquel hombre.

Sin embargo la mujer se acercó a ella.

—Ese es Pedro Alfonso, vive a las afueras. Lo conozco desde niño, y a sus padres también. Y no tiene a ninguna mujer escondida como otros de por aquí. Si te gusta lo qué ves, ve por él. La vida es breve como para dejar las cosas pasar. Piénsatelo jovencita, dicen que las oportunidades así sólo aparecen una vez en la vida.

—Gracias... —logró decir Paula.

La camarera parecía satisfecha, levantó los pulgares en señal de aprobación y se alejó.

Paula tomó aire en un intento por tranquilizarse y volvió a mirar a Pedro. Él estaba observando la jarra de cerveza como si allí dentro fuera a encontrar la respuesta a sus problemas.

Estaba claro que aquel hombre la había fascinado, por lo menos físicamente y estaba deseando comprobar si su personalidad era igual de atractiva...

Sentía ganas de averiguarlo, pero no sabía cómo una mujer debía acercarse a un hombre, y mucho menos en un bar. Intentó buscar una respuesta, pero no encontró ninguna.

Pensó un rato. Las mujeres coqueteaban con los hombres desde hacía siglos, si las demás podían hacerlo, ella también podría.

¿Y qué podía decirle? Quizá podría hacer algún comentario que exigiera una respuesta, algo cómo que hacía un hombre tan atractivo como él en un lugar como aquél... Pero no sería capaz de decir algo como eso.

También estaba el tradicional recurso del tiempo, o aquello de haberse visto antes... Pero aunque estuviera dispuesta a comenzar una conversación con algo tan típico, lo primero era acercarse lo suficiente a él cómo para poder hablarle.

Lo pensó detenidamente, si se acercaba e intentaba entablar una conversación y él la ignoraba o la rechazaba se moriría de vergüenza.

Pero, ¿acaso importaba tanto pasar un poco de vergüenza? No conocía a nadie allí, en realidad no le importaba lo que pensaran de ella aunque sí le importaba lo que Pedro pensara de ella. Quizá no tuviera sentido, ya que no conocía a aquel hombre de nada, pero lo cierto era que le importaba su opinión.

Paula lo volvió a mirar. Pedro seguía mirando su cerveza fijamente.

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