domingo, 10 de abril de 2016

Inesperado Amor: Capítulo 23

—Necesito hacer una llamada y después, ¿qué te parece si vamos a dar un paseo? —le dijo Paula a Pedro cuando éste terminó de hablar por teléfono.

De repente Pedro se imaginó a Paula tumbada en su cama. No había duda, el ejercicio que él prefería era mucho mejor que el que proponía Paula.

Pedro se puso tensó al ver cómo la delgada mano de Paula agarraba la taza de café, tenía unas manos preciosas... Sintió ganas de besar cada uno de sus dedos y de colocar la mano de ella sobre su pecho, pero no debía hacerlo. A pesar de que ambos eran personas adultas y libres para dejarse llevar por sus deseos, él sabía que hacer el amor con ella era una mala idea. Una muy mala idea.

Sin embargo sólo besarla no estaría mal, siempre que ella accediera, pero no había visto en ella ningún signo de que se hubiera fijado en él. Algo que a él no le sorprendía ya que ella había estado muy conmocionada por lo que le había pasado, tenía que darle tiempo para que se tranquilizara un poco y después podría intentar ver si ella estaba de acuerdo en que ambos se conocieran de una forma más íntima.

Tomó aire al ver como ella se acercaba la taza a los labios y bebía un poco. Todo su cuerpo se acaloró al imaginarse aquellos labios cerca de su piel. Pedro se obligó a calmarse un poco.

—¿A quién tienes que llamar? —dijo él intentando olvidarse de las locuras que se le pasaban por la cabeza.

—Quiero volver a llamar al abogado que administra las posesiones de mi padre, quiero darle esta dirección para que me pueda mandar un cheque, así no tendré que preocuparme mientras la compañía de seguros cumple sus plazos. Aunque por lo menos la compañía tiene plazos, algo que el sheriff no parece ni saber que existe.

—Enfadarte más no va a solucionar nada.

—Quizá si le diera un buen empujón...

Pedro la miró de arriba abajo.

—Probablemente ni lo notaría, teniendo en cuenta lo esbelta que eres y lo grande que es el sheriff.

A Paula le gustó cómo la había llamado, desde luego aquella palabra era mucho mejor que la que solía utilizar su madre. La palabra que había usado Pedro le hacía pensar que era una mujer que podía resultar deseable.

Miró a Pedro disimuladamente, su expresión era difícil de interpretar, no se podía saber lo que estaba pensando, no era un hombre que permitía que sus sentimientos se notaran. Era mejor así, pensó Paula, ya que le había obligado a ir de compras por la mañana y en aquellos momentos estaba a punto de arrastrarlo a dar un paseo.

Aunque el paseo le haría bien, y Paula tuvo que reconocer que a ella también le haría bien, le daría la oportunidad de intentar usar sus encantos para intimar con un hombre tan atractivo como Pedro.

Paula sintió ganas de que aquel momento llegara y se apresuró a dejar la taza y a hacer la llamada.

—No creo que tarde mucho con la llamada —le dijo a Pedro intentando que su tono de voz pareciera normal.

No quería que él se diera cuenta de lo mucho que le gustaba estar a su lado, si lo hacía, podría llegar a espantarlo y podría arrepentirse de haberla invitado a quedarse... Paula se estremeció. Aun así ella sabía afrontar la indiferencia masculina, tenía bastante experiencia en el tema, aunque lo que no podía aguantar era que un hombre la compadeciera.

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