viernes, 15 de abril de 2016

Inesperado Amor: Capítulo 38

Intentó no olvidarse de aquello y salió en busca de Pedro.  No estaba en el salón y en la casa reinaba el silencio, ¿estaría dormido aún?

Miró el reloj, eran casi las ocho de la mañana y no sabía a qué hora se había acostado la noche anterior.

Paula decidió llamar a su madre antes de que Pedro apareciera, no quería que él la oyera. No quería arriesgarse a hablarle de su madre, a Pedro no. El acuerdo que tenían era demasiado valioso como para arriesgarse a que se rompiera.

Se dirigió al teléfono y llamó a su madre. Alejandra no tardó en contestar, como si hubiera estado esperando la llamada.

—¿Por qué no me llamaste anoche? Te dije muy claramente que no me encontraba bien, ahora podría estar muerta.

—Ya no me creo tus mentiras, madre —intentó mantener un tono de voz frío y distante—. No estás enferma.

—Te he dicho que...

—No, por una vez en mi vida soy yo la que te está hablando a tí. Y quiero pedirte que me dejes en paz.

—Eres mi hija.

—Una hija no es lo mismo que una esclava —dijo molesta y empezando a sentirse culpable.

—Estoy enferma.

—Sí, pero el tipo de especialista que necesitas se llama psiquiatra. Te sugiero que llames a uno.

Paula colgó el teléfono y sintió una mezcla de furia y culpa.

—Buenos días —dijo Pedro desde la puerta y ella se giró para mirarlo.

Ella se preguntó cuánto tiempo llevaría allí. Él la sonreía y se sintió intranquila al mirarlo a los ojos. Intentó repetirse a sí misma que el estado de ánimo de él no tenía nada que ver con ella.

—¿Has hecho café?

Paula se alegró de que Pedro cambiara de tema.

—Acabo de hacerlo.

—Qué bien, necesito cafeína —se giró y se dirigió a la cocina.

Paula se relajó durante unos segundos y se dispuso a llamar a la compañía de seguros. Media hora después y tras hacer tres llamadas colgó el teléfono con ganas de arrojarlo por la ventana.

—Intenta hacer ese ejercicio de respiración que te enseñé.

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