domingo, 17 de abril de 2016

Inesperado Amor: Capítulo 45

Paula miró a su alrededor para asegurarse de que la cocina estaba impecable, miró a través del cristal del horno para ver qué tal iba la cena y fue a buscar a Pedro.

Como si su cuerpo pudiera sentirlo, decidió dirigirse directamente a la habitación que él usaba de estudio en el piso de arriba. Y allí lo encontró. Paula se quedó en la puerta y observó cómo la luz que entraba por la ventana iluminaba su rostro y hacía brillar su pelo.

Sintió un temblor agradable por todo el cuerpo que se hizo más intenso cuando recordó lo que sentía cuando él la agarraba de la espalda mientras bailaban y cómo todo su cuerpo se derritió cuando se tropezó y cayó contra su robusto pecho.

—¿Todo va bien? —le preguntó Pedro.

Paula intentó dejar de pensar en el cuerpo de Pedro y actuar con normalidad aunque se estaba dando cuenta de que le costaba mucho actuar de esa forma estando cerca de él.

—Sí, es sólo que ya he terminado de limpiar la cocina y quería saber si estabas preparado para hacer un poco de ejercicio. Aunque... —Paula se quedó mirando la habitación. Toda la habitación estaba llena de polvo, salvo los lugares donde había montañas de papeles. La habitación estaba hecha un desastre—. ¿Estás seguro de que no quieres que limpie esta habitación?

—Segurísimo.

Paula frunció el ceño.

—Por el tamaño de esas pilas de papeles aquí más que una señora de la limpieza necesitas un arqueólogo. Pero tú decides ¿Damos un paseo?

—Eso ya lo hicimos.

Paula tosió y él la miró fijamente. Pedro se había dado cuenta de que había cometido un error. La noche anterior habían estado dos horas bailando y aquello estaba tomando unas proporciones tales que cada vez le costaba más dejar de pensar en ella. Su olor, el brillo de sus ojos cuando se reía, la forma en que se ponía seria para contar los pasos del vals, la melodía de su voz...

—Se supone que se debe hacer ejercicio todos los días —dijo ella.

—Eso me parece excesivo, ¿qué te parece cada dos días?

—Todos los días —insistió ella.

—Dos días y luego uno de descanso.

—Dime una cosa, ¿eres sindicalista?

—Estoy siendo razonable. Dos días de tres serán suficientes para que note mejoría y el día de descanso me ayudará a mantener el ritmo.

—De acuerdo, dos días seguidos y descansamos el tercero. Lo que quiere decir que hoy nos toca, ¿puedes hacerlo ahora o estás muy ocupado?

Paula miró hacia los papeles que estaban sobre la mesa. Allí también había dos libros muy gruesos y sintió curiosidad por saber de qué eran ¿Qué podría estar estudiando? Deseó saberlo, pero sabía que a Pedro no le gustaría que se acercara.

Al ver el interés de Paula, Pedro tuvo miedo de que se diera cuanta de que estaba leyendo un texto sobre medicina, así que se levantó y se dirigió hacia ella. Paula salió al pasillo y él la siguió cerrando la puerta detrás de él.

—¿Adonde vamos? —le preguntó él.

—Afuera ¿Es tan importante que cierres con llave cuando sales sólo un rato?

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