miércoles, 27 de abril de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 19

Pedro se quedó donde estaba con los ojos clavados en la mujer y su hijo hasta que desaparecieron por una curva sombría del camino. Ella tenía una risa maravillosa y no sabía cuánto lo afectaba a él.

«Él estaba junto a la chimenea en una fiesta con algunos amigos. Tres chicas jóvenes entraron y se pararon al lado del árbol de Navidad para echar una ojeada como hace todo el mundo cuando entra en un sitio e intenta ver quién está. La más baja reconoció a un chico y fue hacia él seguida por las otras dos. Se presentaron unos a otros. Uno de los chicos dijo una tontería y ellas dejaron escapar unas risitas. A él le parecía que las chicas que se reían de aquella manera eran tontas, pero la de la melena rubia tenía una risa preciosa y él quiso escucharla otra vez. Se llamaba Paula y se acercó a ella sin dudarlo.

-Hola, Paula, me llamo Pablo Rodríguez. ¿Quieres beber algo?

Ella lo miró y él quedó atrapado por unos ojos tan azules y puros que sencillamente lo conquistaron.

Cuando volvió a poder pensar, lo primero que le vino a la cabeza fue que se casaría con ella».

-¡Caray!

Pedro se llevó las manos a la cabeza sin poder creérselo. Se dió cuenta de que estaba de rodillas en medio del camino, pero no recordaba haberse arrodillado. En cambio, recordaba perfectamente la escena que acababa de ver en su cabeza...

Se sacudió como aturdido. Nunca había pensado que tenía demasiada imaginación, pero menos aún había pensado que necesitaría un transplante de corazón a los treinta años para tenerla.

Era un disparate.

Se levantó, se limpió los pantalones y se le ocurrió que había una forma de saber si estaba soñando o no.

-¡Eh, Paula!

Salió camino abajo antes de pensar que podía ser una mala idea.

Cuando llegó hasta ellos, Paula y Pablito estaban en el césped aterciopelado. El niño se fue hacia una zona de juegos que había en el extremo del jardín.

-Paula... -repitió él.

Ella se volvió sorprendida de verlo.

-Sí...

Pedro dudó.

-Te parecerá una pregunta rara, pero... ¿cómo conociste a tu marido?

La sonrisa se tornó vacilante y la duda se reflejó en sus ojos.

-Efectivamente, es una pregunta muy rara.

-Es una apuesta con un amigo -improvisó Pedro sin apartar los ojos del niño para que ella no notara su inquietud-. Se lo pregunto a todo el mundo que conozco.

-Ah -su expresión se serenó y volvió a sonreír-. Bueno, si es una cuestión científica... Volví a casa para pasar las navidades del último año de universidad y fui a una fiesta con unas amigas. Pablo estaba allí. Conectamos al instante -se rió y, como la vez anterior, el sonido le tocó una fibra tan profunda que tuvo que hacer un esfuerzo para concentrarse en lo que decía-. Pero la historia de Pilar es completamente distinta. Ella y Gabriel, el padre de Pablo, eran vecinos y él no paraba de meterse con ella y tirarle del pelo. Ella no podía soportarlo.

-Entonces, ¿cómo llegaron a casarse? -preguntó Pedro.

Quería que ella siguiera hablando para disimular la impresión que había tenido al confirmarse lo que ya sabía.

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