lunes, 18 de abril de 2016

Inesperado Amor: Capítulo 53

—La cena está muy buena —dijo Pedro mientras volvía a servirse.

—Gracias, leí en una revista que el carbón es bueno para el aparato digestivo.

—Entonces quizá no debería cambiar el viejo horno.

—Permíteme que repita la frase, he leído que un poco de carbón es bueno para el aparato digestivo.

Él sonrió.

—Tus frases siempre tienen un doble sentido —dijo él con una sonrisa.

Paula se preguntó qué sentido oculto tendría Pedro y enseguida lo descubrió. Pedro era capaz de romperle el corazón sin tan siquiera darse cuenta. De repente se dió cuenta de que lo amaba, y aquella revelación la dejó helada.

¿Cómo podía haber dejado que pasara? ¿Cómo podía haberse enamorado de un hombre que acababa de decirle que despreciaba a las mujeres que pretendían atraparlo? ¿En qué momento el deseo se había convertido en amor? No lo sabía, lo único que sabía era que tenía un gran problema.

—¿Estás bien? —le preguntó Pedro mientras la miraba detenidamente— ¿No te habrás puesto enferma por lo de ayer? ¿Te duele algo?

—Estoy bien, no suelo ponerme enferma —dijo ella y se obligó a sonreír.

Deseaba haberse dado cuenta de lo que sentía en otro momento, en un momento en que él no estuviera delante.

—Ya verás cuando empieces a dar clases. La mujer de un amigo mío es profesora de educación infantil y se pone enferma cada vez que hay una epidemia. Aunque se está volviendo inmune.

—Gajes del oficio —dijo Paula muy agradecida de que hablaran de algo tan superficial.

Se preguntó cuánto tiempo tardaría ella en comenzar a dar clases. Si su madre decidía seguir adelante con el recurso, tardaría años en terminar sus estudios. Y teniendo en cuenta el comportamiento de su madre hasta el momento, era poco probable que abandonara el tema.

De repente sintió una inmensa pena y tuvo ganas de llorar. El que realmente la había querido había sido su padre, él siempre había estado dispuesto a escucharla. Al recordar el pasado, Paula se dió cuenta de que su madre nunca había sido capaz de permitir que otra persona fuera el centro de atención, ni siquiera su hija. Paula se sorprendió mucho al sentir cómo Pedro la agarraba de la mano.

—¿Por qué estás tan seria?

—Estaba pensando en mi padre.

—¿Cómo era tu padre?—Pedro apartó la mano y ella lo lamentó.

—Era una persona maravillosa —le dijo ella. No quería hablar de su padre porque si hablaba de él terminaría hablando de su madre, y no quería hablarle a Pedro de su madre. El podría pensar que había algo extraño en ella si su propia madre no la quería.

Pedro intentó controlar la decepción que sintió al notar que ella no quería hablarle de su padre. Sentía ganas de estrecharla entre sus brazos y hacer que aquella expresión de pena desapareciera de su cara. Quería decirle que no estaba sola, que él estaba con ella. Que la quería. Pero él creía que a ella no le agradaría oír aquello.

Estaba claro que ella estaba deseando ir a Illinois a terminar sus estudios, no parecía muy dispuesta a comprometerse con él y terminar su carrera en Boston. Por lo que había podido observar, ella perecía quererlo sólo como amigo, ni siquiera le había molestado que él la hubiese mentido acerca de su profesión, aunque quizá se habría dado cuenta de que tal vez no podría volver a operar. Miró el yeso muy preocupado, si algún nervio había resultado dañado...

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