viernes, 22 de abril de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 3

Ella volvió a sonreír y se tomó las palabras al pie de la letra.

-El embarazo no estuvo mal, pero me habría ahorrado el parto.

-No me extraña -Pedro sonrió y se le iluminaron los ojos-. ¿Quieres seguir bailando?

Ella asintió con la cabeza y entraron en una parte más movida del baile, pero ella notó que él parecía distinto. ¿Qué le habría pasado por la cabeza durante los últimos minutos? No podía dejar de pensar que había tenido algo que ver con la conversación sobre su hijo. Quizá él también hubiera tenido una muerte reciente y estuviera sensible.

Se dijo para sus adentros que eso era una tontería, que llevaba demasiado tiempo sin tratar con hombres y que había perdido práctica.

Bailaron hasta que acabó la canción. Ella sabía que no debería estar demasiado tiempo con él y darle esperanzas, pero hacía mucho tiempo que no bailaba y era un magnífico bailarín. No se parecía en nada a su marido, bailaba mucho mejor que Pablo, pero la agarraba de una forma que hacía que se sintiera a gusto. Como se sentía en brazos de Pablo. Era bastante desconcertante y cuando se dió cuenta, se apartó.

-¡Vaya! Será mejor que vuelva a la mesa. Me siento culpable por dejar sola a la pobre Pilar.

Él la acompañó a la mesa y comprobó que Pilar no sólo no estaba sola sino que se había encontrado con una de sus mejores amigas. Dos cabezas maravillosamente peinadas estaban inclinadas y untas, pero se irguieron y separaron en cuanto vieron que ellos se acercaban. La amiga de Pilar, socia del club de bridge, sonrió y se levantó para volver a su mesa.

Paula hizo las presentaciones pertinentes y Pedro le separó la silla para que se sentara.

-Por favor, acompáñenos -le invitó Pilar-. Paula y yo pasamos demasiado tiempo juntas. Necesitamos un apuesto caballero.

Pedro sonrió y mostró unos dientes blancos y perfectos.

-Si están solas será porque quieren. Dos damas tan encantadoras como ustedes podrían tener a todos los hombres pendientes de ellas si quisieran.

Pilar se rió abiertamente y Paula se dió cuenta, aterrada, de que su suegra estaba coqueteando con Pedro Alfonso.

-Además, es galante. Paula, quizá debieras quedarte con este.

-A lo mejor no quiere que nadie se quede con él -replicó Paula.

Estaba francamente incómoda con el celestineo descarado de Pilar.

-Ya lo mejor sí.

Los ojos de Pedro tenían un brillo burlón, pero también tenían una calidez que hizo que Paula tuviera que mirar a otro lado.

-¿Por qué ha venido a la gala de esta noche? -le peguntó Pilar sin dejar de sonreír.

Pedro se encogió de hombros.

-No soy de aquí y me ha parecido que venir era una forma de conocer gente además de ayudar a una buena causa. Los transplantes de corazón han salvado muchas vidas.

-Es verdad, aunque, propiamente dicho, aquí no se recaudan fondos para los transplantes de corazón -dijo Pilar, cuya sonrisa se había desvanecido.

-Ya lo sé -afirmó él rápidamente-. Sólo quería decir...

-Pero tiene razón -le interrumpió Pilar-. Los transplantes de corazón pueden ser maravillosos.

Paula estaba quieta como una estatua y sólo quería que sus acompañantes cambiaran de tema.

-No sé si Paula se lo ha comentado, pero mi hijo, su marido, falleció - Pilar lo dijo en voz baja.

-Sí, me lo ha dicho. Lo siento mucho.

Pilar esbozó una sonrisa fugaz.

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