lunes, 4 de abril de 2016

Inesperado Amor: Capítulo 10

—Cuando hablé de un trabajo temporal me refería a una par de semanas no a días. A no ser que alguien te esté esperando en algún sitio.

—No es eso, es sólo que... No quiero estar atada a ningún lugar —Paula puso esa excusa por si él no se interesaba por ella.

—Creo que el hecho de que no tengas dinero o medio de transporte te ata más a un lugar que un trabajo. Si no te gustaba tu trabajo en Chicago, ¿qué es lo que te gustaría hacer? —Pedro pensó que la pregunta no era demasiado personal.

—Me gustaría ser profesora. Estudié tres años de Magisterio, pero tuve que dejarlo para ayudar en casa cuando a mi padre le diagnosticaron cáncer de pulmón. Murió trece meses después, hace dos años y medio —su voz sonaba entrecortada. Parecía algo afectada.

Pedro le acarició suavemente una mejilla y ella sintió ganas de llorar. Después Paula tomó aire y siguió hablando.

—Me dejó el dinero suficiente como para terminar mis estudios, me he apuntado a la Universidad de Illinois para el próximo curso. Mientras tanto quiero viajar un poco.

Pedro se preguntó por qué no habría continuado sus estudios tras la muerte de su padre en lugar de trabajar en algo que no le gustaba, había algo de lo que ella no parecía querer hablar. Y él tenía que respetar aquel silencio... Por el momento.

—¿Qué tal si pruebas el trabajo durante dos semanas? —le ofreció él.

Paula se lo pensó un rato.

—De acuerdo, dos semanas.

—Después podemos hablar de una posible renovación.

—Yo sólo estaba de paso, en serio —dijo Paula como si se estuviera advirtiendo a sí misma además de a él.

—Pues pasa caminando tranquilamente, así podrás ver más cosas a los lados del camino.

—Por lo que he visto hasta el momento este lugar merece ser recorrido con tranquilidad.

Pedro estaba tan contento de haberla convencido de que se quedara dos semanas que no le importó que ella cambiara de tema.

Un rato después Pedro abandonó la carretera principal para tomar un camino asfaltado que llevaba hasta una casa enorme de madera que se pudo ver durante unos instantes antes de que Pedro apagara el motor y se quedaran completamente a oscuras.

Paula estaba estupefacta.

—¿Si esto es una casita de campo a qué llamas tú una casa?

Paula también pensó en cómo se las iba a arreglar para limpiar una casa tan grande.

—Mi tatarabuelo construyó esta casa como residencia de verano y la gente de aquí siempre llama a ese tipo de residencias casitas de campo, independientemente de su tamaño —le explicó Pedro.

Paula miró a su alrededor y observó lo aislada que estaba la casa.

—Ten cuidado, no te tropieces —le dijo Pedro ante la irregularidad del camino y como excusa para poder satisfacer su creciente deseo de tocarla.

Paula tomó aire al sentir la mano de él sobre su brazo desnudo. Sentirle cerca le hacia sentirse tanto emocionada como segura, era una sensación contradictoria, o por lo menos extraña ¿Cómo podía un extraño transmitirle aquel sentimiento de seguridad?

Paula observó a Pedro mientras éste abría la puerta. Quizá la atracción que sentía hacía él desaparecería al día siguiente. Quizá al día siguiente lo miraría y se preguntaría qué diablos había visto en él, aparte de que era muy guapo y tenía un cuerpo impresionante. Impresionante...

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