miércoles, 20 de abril de 2016

Inesperado Amor: Capítulo 61

—¿Y por qué habrías de hacerlo? ¿No creerás que realmente está enferma, no?

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que es evidente que tu madre es una manipuladora y usa su supuesta enfermedad para controlar a la gente que tiene a su alrededor, que en este caso eres tú. ¿Estabas huyendo de ella, no es así? —Pedro de repente se dió cuenta de que no había ningún otro hombre en la vida de Paula.

—Sí —dijo Paula con un suspiro— Lo descubrí hace unas semanas. Su médico me llamó y me dijo que estaba sana y me acusó de no dejarla hacer nada.

Pedro sucumbió a sus deseos y la estrechó entre sus brazos. Quería calmarla, borrar aquella expresión de dolor de su cara.

—¿Así que decidiste hacer las maletas e irte?

Paula sollozó.

—No llegué muy lejos.

—Llegaste donde tenías que llegar —le dijo Pedro mientras apoyaba su cara sobre la cabeza de ella.

—¿Qué está haciendo ella?

—Se ha ido. Le dije que se marchaba o llamaba a una ambulancia para que la llevara al hospital.

Paula alzó la mirada y lo miró.

—¿Y se ha marchado?

—Y no creo que vuelva, le dije que si lo hacía llamaría a su médico y le contaría cómo se había comportado aquí.

Paula se quedó estupefacta. Pedro se había dado cuenta de que su madre era una farsante, se había dado cuenta en cuanto la había visto.

—Así que el problema con tu madre ya está resuelto.

—Parte de él. Mi madre ha interpuesto un recurso en el testamento de mi padre. Si no la convenzo para que lo retire antes de enero, no podré empezar los estudios.

Pedro la miró y sintió un inmenso amor hacia ella. Durante unos segundos pensó en pedirle que se casara con él como un acuerdo, él pagaría sus estudios y ella... Tomó aire. Tenía muchas ganas de hacer el amor con ella, pero no quería hacerlo si ella no sentía lo mismo.

Y la única forma que tenía de averiguar lo que ella sentía era contándole la verdad. Toda la verdad.

Pedro tomó aire e intentó sacar fuerzas de flaqueza. Tenía miedo de que ella lo rechazara. Pero tenía que saberlo.

—Cásate conmigo y termina tus estudios en Boston —se apresuró a decir él.

Paula se puso tensa. Era como si pensara que le había oído mal. No la culpaba por ello. Había sido bastante torpe.

—¿Que me case contigo? —repitió ella incrédula— Pero, ¿por qué?

-—Porque te amo con todo mi ser —lo dijo y después tomó aire.

Tenía miedo de su reacción, tenía miedo de que lo rechazara, si lo hacía... No sabía si podría vivir con ello. Podría vivir sin la cirugía si Paula estaba cerca de él, pero no podía vivir sin ella.

Pedro se mordió el labio con fuerza y de repente se dio cuenta de que ella estaba llorando. Cerró los ojos, lo que tanto había temido se había hecho realidad.

—No llores —murmuró él para consolarla— No importa.

—No estoy... Yo no... ¿No me lo estarás proponiendo porque te doy pena, no? —logró decir ella finalmente.

—¡Por supuesto que no! Hay muchas maneras de ayudar a la gente sin tener que casarte con ellas. Si fuera sólo por eso te prestaría el dinero para que me lo devolvieras cuando recuperaras tu parte de la herencia. Quiero casarme contigo porque te amo. Quiero pasarme cada noche de mi vida haciendo el amor contigo. Quiero volver del trabajo y encontrarte en casa, quiero poder contarte cómo me ha ido el día y que tú me lo cuentes a mí. Quiero que tengamos niños.

Todo el cuerpo de Paula se llenó de felicidad. Pedro realmente la amaba.

—Oh, Pedro, te amo con toda mi alma.

Se besaron con todo el deseo atrasado y sintieron que estaban hechos el uno para el otro. Paula había encontrado la razón de su existencia. Aquella razón se llamaba Pedro.

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