lunes, 4 de abril de 2016

Inesperado Amor: Capítulo 6

Pedro se preguntó de qué estaría huyendo aquella mujer, la respuesta parecía cargada de dolor...

—Te va a llevar un tiempo arreglar las cosas —de repente se le ocurrió algo— Mientras lo hagas creo que podemos llegar a un acuerdo y ayudarnos mutuamente. Tú necesitarás un lugar donde quedarte y a mí me vendría bien una ama de casa temporal —ella no parecía entenderle— Como tengo el brazo derecho enyesado no puedo hacer muchas cosas y lo poco que puedo hacer con la mano izquierda lo hago despacio y muy mal y además ya estoy harto del chili del bar de Diego. Si aceptas, podrás quedarte en mi casa hasta que arregles tus asuntos y yo tendré una casa limpia y podré cambiar un poco de dieta.

No había contratado a nadie hasta aquel momento porque la idea de que alguien invadiera su intimidad no le agradaba, pero no le importaba si se trataba de Paula, incluso le gustaba la idea.

Paula intentó ocultar lo mucho que le agradaba la idea.

—¿Te has ocupado alguna vez de una casa?

—No como trabajo remunerado, pero sé limpiar y cocinar —dijo un tanto distraída, estaba pensando en la oferta que aquel hombre acababa de hacerle.

Sabía perfectamente que podía rechazar aquella oferta, quizá era lo más prudente. Tal vez se sintiera muy atraída por él, pero no lo conocía como para saber si era buena idea aceptar su oferta.

Sin embargo la gente del bar sí parecía conocerlo y tenían una buena opinión de él. Además su proposición era razonable, ambos se beneficiarían y le atraía la idea de relacionarse con un hombre tan sensual.

En realidad le hubiera gustado que no necesitara realmente una ama de casa, le habría gustado que él hubiera utilizado aquello como excusa porque se sentía atraído por ella y quería mantenerla cerca de él. Pero el hecho de que en aquel momento no se sintiera atraído no quería decir que no pudiera estarlo más adelante. La idea le agradó tanto que se sonrojó, un hombre cómo aquél podía hacer que una mujer se volviera loca...

—¿En qué trabajas? —le preguntó ella para intentar saber algo más de él.

Pedro frunció el ceño. No quería mentirle, pero tampoco quería contarle toda la verdad. Cuando le decía a cualquier mujer que era cirujano, o pensaban en lo adinerado que sería o empezaban a hablarle de su múltiples dolencias.No quería que Paula reaccionara igual que tantas otras, quería que ella lo viera tan sólo como un hombre, y no como un profesional de algo.

Paula lo observó detenidamente y se preguntó por qué se habría puesto serio, ¿acaso lo había avergonzado de alguna forma?

—Soy técnico—dijo Pedro al recordar que uno de sus profesores había llamado así a los cirujanos— Y necesito la mano derecha para trabajar así que por el momento estoy esperando a que se me cure. Hablando del tema, ¿estás de vacaciones?

—No, trabajaba en una empresa registrando datos en Chicago, pero me cansé y decidí que quería un cambio. Siempre quise recorrer Nueva Inglaterra en otoño así que aquí estoy.

Pedro se dió cuenta de que algo más que la necesidad de cambio la había llevado a dejar su trabajo, las marcadas ojeras lo dejaban claro. Algo o alguien le debían haber echo mucho daño como para que ella decidiera irse tan lejos.

—Piensa en mi oferta como una forma de tener tiempo para conocer esta zona en otoño.

Pedro mantuvo un tono cordial a propósito. No quería hacerle demasiadas preguntas ya que tenía miedo de asustarla. Por alguna extraña razón, cada vez era más importante para él que ella se quedara.

—Pero no te conozco de nada, podrías ser un asesino en serie— -dijo ella de repente.

—El sheriff te convencerá de que no lo soy, puedes pedirle referencias de mí cuando vayamos a hacer la denuncia.

Paula se quedó mirándolo fijamente y sin saber qué hacer, siempre había hecho aquello que se esperaba de ella, lo convencional. Quizá había llegado el momento de hacer lo que ella quisiera, de dejarse llevar por su intuición y no pensar en las consecuencias.
Tomó aire.

—Muy bien, aceptaré el trabajo hasta que todo se arregle.

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