domingo, 24 de abril de 2016

Dos Vidas Contigo: Capítulo 11

A la noche siguiente, mientras entraba en su dormitorio, Paula pensó que gracias a Dios Pedro se había empeñado en ocuparse de la electricidad y el agua de su casa. No sabía cómo explicarle a Pilar que no tenían dinero para actos de generosidad.

Se levantó diestramente el pelo y se lo sujetó con unas horquillas. Acababa de dar de cenar a Pablito y no podía perder ni un minuto. Fue hacia al armario mientras se preguntaba qué tramaba su suegra como si no estuviera meridianamente claro. Pilar había llegado de la partida de bridge y se había dirigido directamente a la casa de invitados. Cuando volvió, comentó despreocupadamente a Paula que Pedro cenaría con ellas.

¡Cenar! Resopló con desesperación. No podía culpar a Pilar, su suegra no asimilaba las dificultades económicas que a ella le abrumaban todos los días. Para ella, lo natural era ser hospitalaria con su invitado. Pilar quería que Alicia fuera a comprar un trozo de carne que era demasiado caro, pero Paula le había dicho que hiciera pollo Kiev, un plato cuyos ingredientes ya tenían. Además, aquella era la noche que Pablito solía cenar con ellas. Como había un invitado, Paula  le había dado de cenar antes y había pedido a Alicia que lo bañara ese día en vez del viernes, cuando ella solía tener compromisos y cenaba fuera.

Una cena. En vez de estar con Pablito tendría que poner la mesa en el comedor, cortar flores y sacar brillo a la plata que apenas usaban. Pilar, naturalmente, no pensaba en esas cosas. Su suegra había nacido en la opulencia y el servicio doméstico se ocupaba de los molestos detalles como el trabajo. No era una persona desconsiderada o insensible. Sencillamente se había criado así: elegante, distinguida, consentida. A veces, sobre todo últimamente, Paula daba gracias a Dios por su educación nada refinada.

Si no hubiera tenido experiencia en arañar cada céntimo, no sabía qué habría sido de Pilar, de Pablo y de ella misma.

Estaba segura de que Pilar no habría sabido qué hacer cuando se hubiera enterado de que Pablo había invertido casi todo el dinero en un negocio que los había dejado prácticamente arruinados. El único consuelo era que la casa estaba libre de cargas y que si podía hacer frente a los gastos para vivir y los impuestos, también podrían conservarla. Aunque tendría que decirle a Pilar que existía la posibilidad de que la perdieran.

Suspiró. Una cena con Pedro Alfonso. Bastante era que Pilar intentara organizarle planes cuando estaban en público, pero esa vez iba a llevarle un hombre a su casa.

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