domingo, 10 de abril de 2016

Inesperado Amor: Capítulo 22

—Sigues sin inspirar lo suficiente.

—Perdón —dijo Paula concentrándose en la inspiración.

Aquella vez logró que la mano de él se moviera un poco aunque sentir su mano la estaba volviendo loca. Paula se dijo a sí misma que si sentía aquello con tan sólo una mano, ¿qué podría llegar a sentir si hacían el amor?

—Eso está mejor, sólo necesitas un poco de práctica.

—De práctica, sí —dijo Paula. En realidad ella estaba dispuesta a practicar cualquier cosa siempre que él la tocara de aquella manera.

—Tú practica la respiración un rato y yo prepararé un poco de café.

Pedro abandonó la habitación y deseó que aquella huida no fuera demasiado evidente. Cuando llegó a la cocina se apoyó en la encimera e intentó pensar en lo que acaba de pasar.

Él había querido calmar su enfado, había querido ayudaría a recuperar aquel buen humor que la había estado acompañando toda la mañana y por ello había decidido enseñarle la técnica de relajación.

Pero desde el momento en que la había tocado todo se había descontrolado y Pedro no había podido evitar sentir un fuerte deseo de estrecharla entre sus brazos y besarla, quería hacer que se relajara, sí, pero de la forma más tradicional, haciéndole el amor.

Lo único que había evitado que hiciera lo que más deseaba hacer había sido la posibilidad de que lo rechazara y saliera corriendo, ella podía pensar que aquello era parte del acuerdo y huir asustada.

Pedro se dispuso a preparar el café e intentó analizar lo que había sentido al tocar a Paula. Jamás había sentido nada igual al tocar a una mujer, y tocaba a muchas en su trabajo. Cuando tocaba a alguna mujer en el hospital siempre lo hacía de una forma profesional, el deseo nunca aparecía ¿Por qué con Paula no sentía lo mismo?

Lo primero que pensó fue que Paula no era su paciente, aunque tampoco había sentido nada igual con otras mujeres que tampoco eran sus pacientes ¿Qué tenía Paula de especial?

Quizá sólo se trataba de un caso de hormonas, él era una hombre y Paula una mujer muy atractiva, muy, muy atractiva... Y estaba viviendo con ella, no era extraño que la deseara, no había nada de malo en ello... Siempre que recordara que no debía dejarse llevar por aquel deseo.

En un mes estaría de regreso en Boston para empezar la rehabilitación y después tendría mucho trabajo.

Siempre que su brazo se curara bien, que lograra recuperar la movilidad y no hubiera ningún nervio dañado. El miedo le invadió de repente, tenía que recuperarse porque si no...

Pedro sintió un gran vacío al imaginarse la posibilidad de no poder volver a operar.

—Pedro, te llaman por teléfono—dijo Paula de repente.

Pedro se olvidó de aquella horrible posibilidad y después de encender la cafetera se dirigió al salón.

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