domingo, 1 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 21

—¿Y te gustaría que tuviera uno bueno? —bromeó Paula.

—¿Te gustaría a tí? Olivia era muy astuta, o muy insegura. Quizás un poco de ambas cosas, porque a menudo contestaba a una pregunta con otra pregunta, sin implicarse.

—No he pensado mucho en ello. Somos muy felices las dos juntas, ¿Verdad?

—No habría nadie como papá —la niña asintió.

—¿Y eso cómo lo sabes?- Paula hizo un esfuerzo por respirar con normalidad.

—Porque tú lo amabas —Olivia miró a su madre con una inocencia que le llegó al alma.

Con un brusco movimiento, Paula volteó el cesto sobre la cama y empezó a separar la ropa. A mitad de camino se detuvo, se sentó en el borde de la cama y buscó inspiración.

—¿Cariño? Vamos a jugar a algo.

—¿A qué? —Olivia, mucho más ordenada que su madre, doblaba y apilaba sus tops.

—Uno al que no hemos jugado nunca.

—De acuerdo. ¿Cómo se llama?

—¿Y si…?

 —A eso ya jugábamos en la guardería.

—¿Podemos jugar de todos modos?

—De acuerdo.

—Yo empiezo —el corazón de Paula latía con tal fuerza que se preguntó si no se le saldría del pecho—. ¿Y si descubrieras que, milagrosamente, tu padre no había muerto?

—Sería la niña más feliz del mundo —Olivia había empezado a doblar sus pantalones.

—¿Y si supieras que tiene un trozo de metal en el corazón y que los médicos no pueden quitárselo?

—¿Quieres decir que podría morir? —las manos de la niña se detuvieron sobre la ropa.

—Es posible.

—Pero aún no se ha muerto, o sea que a lo mejor no pasa nada.

—¿Y si hubiera tenido que esperar diez años para decirme que estaba vivo?

—¿Y para qué esperar tanto tiempo? —Olivia levantó la vista.

—Porque estaba en una guerra y una gente mala lo buscaba. No quería ponernos a tí y a mí en peligro —por primera vez tuvo que aceptar la explicación del agente Manning.

—¿Aún estamos jugando? —preguntó Olivia tras un profundo silencio.

—No —Paula sacudió la cabeza. Su hija ya sabía la respuesta antes de preguntar.

—¿Todavía está en peligro? —unos ojos serios teñidos de miedo se posaron en Paula.

—No como antes. Aquello fue hace mucho tiempo, pero lleva años utilizando otro nombre para mantenerse a salvo.

—¿Sabe que existo? —Olivia se mordió el labio antes de preguntar en un susurro.

—Sí, cariño. En cuanto descubrió que tenía una hija, me llamó al hospital — intentó sin éxito tragar saliva—. ¿Te acuerdas del guardabosque Alfonso?  ¿Ese que dijiste que parecía majo?

La niña asintió.

—Es tu padre —ya estaba hecho.

—¿El guardabosque que te rescató?

—Sí. Lleva tres años en el parque, pero yo no lo sabía. Lo ví un instante mientras me subían al helicóptero. Él… él quiere conocerte —se le quebró la voz—. ¿Qué te parece la idea?

—¿Está en el parque? —la niña pestañeó, estupefacta.

—No —Paula se levantó nerviosa—. Está en un motel, aquí en Santa Rosa. Esperando.

—¿Crees que vendría a casa? —Olivia intentaba contener la emoción. Se notaba que no se acababa de creer que pudiera ser cierto. ¿Quién podía culparla? Aquello era surrealista.

—¿Por qué no lo llamas? Tengo su número de teléfono, el que anotaste tú. Está en mi bolso —antes de poder pedirle que se lo llevara, la niña corrió a buscarlo y Paula le pasó el móvil—. Si no contesta, déjale un mensaje. Te devolverá la llamada.

Olivia marcó el número y se llevó el teléfono a la oreja. Paula contuvo la respiración.

No hay comentarios:

Publicar un comentario