miércoles, 11 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 59

Un festín digno de un rey. Fue el primer pensamiento de Pedro al entrar en la cocina. Se sentía un hombre nuevo. El olor a cordero asado aromatizado con menta lo llenaba todo. ¿Cuántas veces habían comido kebab de cordero asado al fuego? Era su comida preferida, aunque apenas la había probado desde su llegada al parque. Le gustaba acompañado de zanahorias y cebollas y todo ello requería una elaborada preparación.

—Es la mejor comida que he probado jamás —Pedro tomó a Olivia de la mano.

—Yo pelé las verduras —la sonrisa inocente de la niña siempre lo cautivaba.

—Pues están perfectas. Como todo lo demás —su mirada se dirigió a Paula—. Como tú.

—Lo mismo digo —ella le sostuvo la mirada.

 —He traído la película, papá.

 —Estupendo —contestó él sin dejar de mirar a Paula—. ¿Oli?

—¿Sí?

—¿Me harías el favor de llamar a Nico? Mi teléfono está en el dormitorio. Pulsa el dos. Los invité a tu casa esta noche para ver a Snoopy. Diles que vengan aquí.

Olivia soltó otra exclamación de alegría y corrió al dormitorio en busca del teléfono.

—Pau, ven aquí. Nunca tenemos un segundo para estar solos.

Alargaron los brazos al mismo tiempo y Pedro ni siquiera intentó hablar. Sólo era capaz de expresarse con los labios y el cuerpo mientras la atraía hacia sí. Acabaron en el salón, sobre el sofá de cuero. Ella estaba hermosa y sofisticada con su blusa de color azul marino y los pantalones de lana gris. No podía dejar de mirarla. Con excesiva rapidez, para su gusto, la euforia fue interrumpida por el sonido de voces en la puerta. A regañadientes tuvo que despegarse de la boca de Paula.

—¡Eh! —la vocecilla de Nico llenó la habitación—. ¿Por qué se están besando?

—¡Porque la quiere!

—¿Y por qué ella le devuelve el beso?

—¡Porque lo quiere!

—Amo a tu tío Pepe, y vamos a casarnos. Me ha regalado un diamante. ¿Quieres verlo?

El niño corrió a examinar el anillo.

—¿Te gustaría venir a nuestra boda? —le preguntó Paula.

—¿Puedo? —Nico soltó un grito de alegría y se volvió hacia sus padres.

La algarabía estalló cuando Matías se abrazó a Pedro. Paula no oía lo que decían, pero jamás había visto a dos hombres más felices. Intercambió una mirada de complicidad con Romina. En muy poco tiempo se habían hecho buenas amigas. Romina se acercó y, con ojos brillantes de emoción, inspeccionó el anillo de compromiso.

—Menos mal que se volvieron a encontrar. Pepe es tan diferente del hombre que conocí en junio que casi no lo reconozco. Y tú también has cambiado.

—Hemos tenido que aclarar muchas cosas —Paula asintió.

Aún les quedaba mucho por hacer y, sin duda, a él siempre le quedarían algunos demonios con los que lidiar. Pero sentía una gran satisfacción al saber que estaría a su lado para amarlo.

—Me gustaría ayudar con los preparativos de la boda.

—A los dos nos gustaría —afirmó Matías—. Estás a punto de casarte con uno de los hombres más formidables que conozco —viniendo del jefe, no había mayor elogio—. Dado que la boda debe ser discreta, ¿Por qué no se casan en nuestra casa? El ministro de Oakhurst estaría encantado de oficiar la ceremonia.

—Me parece una idea maravillosa, Mati—afirmó Paula tras consultarlo  silenciosamente  con Pedro, cuya sonrisa lo decía todo—. Muchísimas gracias.

—Para nosotros será un placer. Mantendremos el secreto hasta el gran día. ¿Lo has entendido, chico?

—¿Entender el qué? —Nico levantó la cabeza de los panecillos que estaba comiendo.

—La boda debe ser un secreto por ahora.

—De acuerdo. No se lo diré a nadie. ¿Podré llevar traje de etiqueta como en su boda?

—Insisto en ello —Pedro le frotó la cabeza—. Les harán muchas fotos a Oli y a tí.

—¿Sabes qué, Nico? —exclamó Olivia—. Papá dice que vamos a tener un perro.

—¿De qué clase?

—Un Snoopy.

—Oye, papá… —los ojos del niño se abrieron de par en par.

—Lo he oído —Matías rió—. Podríamos ir juntos para que elijan cada uno al suyo.

—¿Qué clase de perro te gustaría tener a tí? —preguntó Olivia.

—Un chucho, como el que solía tener papá.

—Ésa no es ninguna raza —dijo Olivia.

—En realidad, es una mezcla de muchas razas —Paula la corrigió para no herir los sentimientos de Nico.

—Eso.

—¿Quieres ver la gran calabaza? —la niña cambió de tema enseguida.

—Creo que es una idea estupenda, cariño. Vamos, sientense —Pedro apagó la luz y lo siguiente que supo Paula fue que la había sentado sobre el regazo, su lugar preferido en el mundo—. Casi el paraíso —susurró él mientras le apartaba un mechón de cabellos del cuello, provocándole una oleada de deseo.

Tuvieron que emplear toda su capacidad de control para aguantar hasta el final de la película sin devorarse el uno al otro. De algún modo, Pedro lo consiguió sin problemas, pero a Paula le resultó mucho más difícil.

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