viernes, 6 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 38

—¿Y para quién si no? Lo utilizaba como almacén, pero en cuanto supe que vendrías lo limpié y lo preparé para tí. Ven a echarle un vistazo.

La niña se fue con él mientras Paula se ahogaba en un mar de nuevos sentimientos y sensaciones. Desde la confesión de Romina, los celos habían asomado de nuevo su feo rostro. Tenía que salir de allí antes de que su curiosidad natural se impusiera y la delatara.

—Eh, ¡ustedes dos! —gritó—. Tengo muchas cosas que hacer en casa. Los veré más tarde.

—¡De acuerdo! —contestó Olivia desde la habitación.

Salió por la puerta delantera y se apresuró hacia su casa. Sin embargo, no le pareció su hogar. A pesar de haber llevado consigo la mayoría de sus cosas de Santa Rosa, fue consciente de que los objetos no significaban nada sin la presencia de su hija. A partir de ese día, Olivia iba a querer pasar tiempo con Pedro y no podía culparla por ello. Viendo el abrazo que se habían dado, nadie pensaría que habían estado separados toda la vida. Además, era un hombre impresionante que cualquier niño estaría encantado de reclamar como su padre. Consciente de dedicar demasiado tiempo a Pedro y muy poco a su nuevo trabajo, se afanó en ordenar el dormitorio a su gusto. Para cuando hubo terminado, la oscuridad se había adueñado del parque. Estaba a punto de telefonearlo cuando oyó abrirse y cerrarse la puerta principal.

—¿Mamá?

—¡Estoy en el dormitorio!

 —Papá está ahí fuera —Olivia corrió a su encuentro—. Quiere que le diga si estás en casa.

Paula le pasó el móvil. Apreciaba la consideración, pero no le sorprendía. Siempre había sido muy protector con ella y lógicamente también lo sería con su hija.

—Lo haré —oyó que decía la niña—. Yo también te quiero. Buenas noches, papá. Te veré mañana —después de colgar agarró a su madre del brazo. Sus ojos brillaban.

—Papá nos va a llevar a Nico y a mí a montar a caballo el sábado. ¿Puedo ir?

—¡Por supuesto! —Paula no podía negarse aunque quisiera.

—¡Le gustan los caballos tanto como a mí! ¡Me muero de ganas! —mientras su madre cerraba la puerta y apagaba las luces, Olivia bullía de emoción—. Ojalá pudiera llamar a Sofi.

—Es demasiado tarde. Podrás llamarla mañana, después del colegio.

—De acuerdo.

Ya en la cama, Paula se vió asaltada por los recuerdos del maravilloso paseo a caballo con Pedro en el paso Khyber. Habían acampado varias noches seguidas y hecho el amor. Jamás había conocido una pasión como aquélla. Una de esas dos noches se había quedado embarazada. ¿Le habría producido los mismos recuerdos a él el paseo del verano anterior con Romina? En la oscuridad de la noche, ¿Sentiría alguna vez envidia de Matías?

—¡Pedro! —gimoteó mientras las lágrimas resbalaban por su rostro—. ¿Es demasiado tarde para nosotros? —apenas podía soportarlo. Después de todo lo que habían compartido, ¿cómo iba a poder vivir tan cerca de él?

¡Y pensar que vivía a la vuelta de la esquina! Durante los últimos tres años había hibernado allí en una relativa felicidad, saliendo con otras mujeres. Había deseado mantener una relación con Romina. Apenas podía soportarlo. Pero tendría que hacerlo. ¿Qué había dicho Silvio Manning? «Su vida estaba en peligro y el doctor Myers no tuvo ninguna elección salvo la de mantenerse alejado de usted». Era la verdad, y eso significaba que Pedro la había amado más que a su propia vida. ¿Significaba también que, tras haberse reencontrado, y tras haberse revelado el secreto, lucharía por ella en ese edén presumiblemente seguro? O quizás fuera demasiado tarde. El amor debía alimentarse y llevaba demasiados años hambriento. Al igual que ella. Sintió un desgarrador dolor en todo el cuerpo. Volvió a darse la vuelta en la cama, olvidando la escayola. Otra noche como ésa y tendrían que ponerle una nueva. Deseaba que amaneciera ya. Sus padres llegarían para quedarse el fin de semana. Antes de abandonar Santa Rosa aquella mañana, su padre había dicho: «¿No crees que ya va siendo hora de que conozcamos al padre de Olivia?». Lo había postergado mientras aclaraba sus sentimientos, pero ya era inevitable.

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