miércoles, 25 de enero de 2017

Destinados: Capítulo 28

Sus ojos se encontraron cuando él le tendió la palta.

—¿Quién iba a creer que terminaríamos así después de cómo saliste de mi despacho, echando humo, la otra mañana?

¿Podría él leerle la mente?, se preguntó Paula.

—No estaba en mi mejor momento.

—Ni yo tampoco —confesó él con voz ronca.

Rellenó las tortillas con carne y queso, las metió en el horno y puso la mesa—. Me alegro de que lo hayamos superado, porque tengo una proposición que hacerte.

—¿Qué significa eso? —preguntó ella, riendo con suavidad.

Paula sintió que le temblaban las piernas al estar tan cerca de él y buscó la silla más cercana. Era imposible apartar los ojos de su musculoso cuerpo, alto y masculino. Pedro se recostó en el mostrador un momento, mirándola de frente con sus preciosos ojos azules. A ella se le hizo la boca agua al mirarlos.

—Depende de lo que quieras que signifique —bromeó él.

Una vez más, Paula se sorprendió al notar la energía que vibraba entre ellos. En esa ocasión, no había rabia ni rencor, sino una atracción inconfundible. Dejándola en suspense, Pedro sirvió la cena y se sentó delante de ella. Comenzaron a comer.

—Está muy rico —comentó ella.

—Gracias. Esperemos que te ayude a considerar mi oferta de trabajo.

Paula parpadeó. ¿Trabajo?

—Comparado con lo que ganabas en la compañía de cruceros, es probable que el sueldo te parezca una miseria. Pero incluye un coche y una casa amueblada para Nico y para tí.

Paula dejó de masticar. Aquel hombre no dejaba de sorprenderla. Por alguna extraña razón, le molestó que él estuviera hablando de cosas tan prácticas como ésa. ¡Qué tonta había sido por olvidar que  él seguía atado al recuerdo de su esposa muerta!

—Siento que Nico sacara el tema de mi trabajo.

Pedro  terminó de devorar su cuarta enchilada.

—Yo me alegro de que lo hiciera. Llevo tiempo buscando a una persona especial para multitud de tareas. Marcela se ocupaba de ello hasta que la nombré mi secretaria.

Sin duda, ella no era la persona que estaba buscando, se dijo Paula.

—No es un trabajo de oficina. Necesito alguien que no esté empleado ni por el Servicio Federal del Parque ni por el gobierno, para que sea mis ojos y mis oídos aquí. Cuando llegaste a Yosemite, querías denunciarme y estabas en tu derecho. He estado pensando mucho en eso.

—Pedro… ya me he disculpado por eso.

—Lo sé, pero lo que dijiste el otro día es importante. Una mujer tiene instintos especiales y puede anticipar los problemas antes de que aparezcan, sobre todo cuando hay niños implicados. Agradecería tus recomendaciones para mejorar la seguridad, por ejemplo. Este verano, Nico podría hacerlo contigo.

Paula dejó su servilleta.

—Mira… no es que no agradezca tu oferta, pero creo que está motivada por tu sentimiento de culpa por lo que les pasó a mi hermano y mi cuñada.

—No tiene nada que ver con la culpa —afirmó él.

Paula desvió la mirada, sin saber qué pensar.

—Bueno, gracias por tenerme en cuenta, pero como te he dicho antes, Nico y yo tenemos una vida en Miami, con mis padres.

—¿Y tu ex novio?

—Nico habla demasiado —dijo ella, exasperada.

—Sólo porque te quiere y sabe que Santiago  te hizo daño. Teme que vuelvas con él. ¿Por eso no quieres trabajar aquí?

Paula debió haber imaginado que Nico  le contaría todo a su héroe favorito.

—La verdad es que aún no sé lo que voy a hacer.

—Considera, al menos, mi propuesta. Si el puesto te gusta, podríamos hacerte un contrato fijo.

—Es muy amable por tu parte. Prometo que pensaré en ello —mintió  ella, y miró su reloj—. Deja que te ayude a recoger; luego tengo que ir a la central a recoger a Nico —dijo.

—Esto puede esperar —señaló Pedro y la detuvo.

—En ese caso, será mejor que me vaya —repuso ella.

Pedro estaba demasiado cerca, pensó.

—¿Paula?

Ella cometió el error de mirarlo. Su expresión solemne la impresionó.

—¿Sí?

—Si te he hecho enfadar, no era mi intención.

—N-no me has hecho enfadar —balbuceó ella.

—Pero he tocado un punto débil. ¿Ha sido por mencionar a Santiago?

—No sólo eso. Es que no me gusta que Nico sepa tantas cosas.

—Es natural. Te quiere. Eres su vida. Cualquier cosa que te afecte a ti, lo afectará a él por triplicado.

—Eso lo sé de sobra —afirmó ella y sonrió—. Sin embargo, se trata de algo más.

—Dilo. Aclaremos las cosas por completo.

—Por favor, no me malinterpretes, pero ya has hecho demasiado por él.

—¿Y te molesta? ¿Es eso lo que quieres decir?

—No, claro que no —negó ella y se mordió el labio—. Pero su recuerdo de su padre y su relación contigo están ligadas ahora. Nico está confundido.

—Créeme, me doy cuenta de eso —replicó Pedro con tono serio—. Cuando estén de vuelta en Florida, Nico aclarará sus ideas. Por el momento, prefiero que esté unido a mí emocionalmente cuando subamos a El Capitán mañana.

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