lunes, 30 de enero de 2017

Destinados: Capítulo 45

—Alfonso al habla.

—¡Hola!

—Hola, campeón. ¿Cómo estás? —repuso Pedro, sonriente.

—Bien. ¡Gracias por el traje de guardabosques! ¡Me encanta! ¡Ahora lo llevo puesto!

—¿Te queda bien? —quiso saber Pedro, sonriendo aún más.

—¡Pau dice que me queda perfecto!

 También ella era perfecta, pensó Pedro.

—Dile que te haga una foto y que me la mande por correo electrónico.

—Ya la hemos mandado. ¿Pepe? Gracias por los prismáticos. ¡Son increíbles! ¡Esta mañana he visto a una hormiga llevándose un trocito de semilla desde el otro lado de la calle!

Pedro rió.

—¿Cuándo te vas de vacaciones?

—No voy a irme —contestó Pedro, sorprendido por la pregunta.

—¿Por qué? El doctor Karsh dice que todo el mundo se toma vacaciones.

Parecía que Nico había estado en el psiquiatra, adivinó, leyendo entre líneas. Sin embargo, no tenía ni idea de adonde quería ir a parar el niño.

—Estoy de acuerdo con el médico, pero en verano es cuando más trabajo tenemos en el parque, así que no suelo irme de vacaciones hasta otoño, cuando no hay tantos turistas.

—Mejor, porque Pau me ha dicho que podemos ir de vacaciones una vez más antes de comenzar el colegio. ¿Puedo ir a visitarte otra vez? ¡Quiero ver todo el parque!

—Me gustaría muchísimo —respondió,  con el corazón acelerado—. ¿Cuándo pueden venir?

—Un momento. Pau quiere hablar contigo.

—Que se ponga —pidió Pedro.  Cuánto deseaba escuchar su voz…

—Hola, Pedro —lo saludó ella.

 —¿Cómo están?

—Estamos mejor —repuso ella.

 Era una forma de hablar en clave, pensó Pedro. Significaba que Nico no estaba tan histérico como el día en que habían regresado a Miami.

—Me alegro.

—Tu regalo le ha hecho más ilusión que todos los regalos de Navidad juntos.

—Estoy deseando ver la foto.

 —No soy imparcial, lo sé, pero está tan guapo que podría posar para un póster de los Jóvenes Castores de Yosemite.

 —Ahora estoy en la oficina. Cuando llegue a casa, miraré el correo.

—Te has levantado temprano, ¿No?

—La verdad es que llevamos aquí toda la noche.

—No me sorprende. He visto en las noticias lo que tú ya sabes —replicó Paula.

Pedro sabía a qué se refería. Con Nico junto a ella, tenía que tener cuidado con lo que decía para no alarmar al niño respecto al incendio.

—Estará controlado dentro de pocos días, pero estamos bien. Lo malo es que hay mucho humo. Por suerte, no ha sucedido mientras Nico y tú estaban aquí.

—Menos mal —susurró ella con voz temblorosa.

—Nico dice que van a venir otra vez antes de que empiecen sus clases. El Cuatro de Julio sería un buen momento para mí —sugirió. No quería esperar mucho más para verlos.

—Sólo faltan dos semanas…

—Es la temporada alta en el parque. Nico lo pasaría muy bien.

—Tendré que darme prisa en hacer las reservas.

—Tú ocúpate de reservar el vuelo, yo me encargaré de buscaros un sitio para dormir.

—Sólo estoy de acuerdo si yo lo pago.

 —De acuerdo —repuso Pedro. Aceptaría cualquier cosa con tal de tenerla de vuelta allí—. Su habitación en Yosemite Lodge os estará esperando. Nico me ha dicho que quiere ver todo el parque. Eso quiere decir que tendrán que quedarse una semana por lo menos.

—No… no estoy segura de que yo pueda —balbuceó ella.

Pedro apretó la mandíbula. ¿Habría vuelto a salir con su ex y no querría estar mucho tiempo lejos de él? Entonces, se le ocurrió otra cosa.

—¿Has encontrado trabajo?

—No. Todavía, no.

—Entonces, no hay problema. Haz reservas para venir sobre el día tres. Los recogeré en el aeropuerto de Merced. Llámame cuando sepas a qué hora llegan.

—Pedro…

—Lo siento —dijo él, interrumpiéndola a propósito—. Tengo llamadas en la otra línea. Dile a Nico que lo veré pronto —añadió y colgó antes de que ella pudiera buscar una excusa para cambiar las fechas.

—¿Va a venir Paula con Nico? —preguntó Matías—. ¿Ha mencionado a su ex?

—No. Cuando le dije que Nico y ella podían quedarse en la misma habitación que antes, ella no mencionó que traería a otra persona más. Intuyo que este viaje es un tipo de terapia que le ha aconsejado el psiquiatra.

—Si quieres que te diga lo que pienso, Paula está deseando volver con Nico.

Pedro se levantó de su silla como impulsado por un resorte, demasiado inquieto y con demasiadas preguntas en la cabeza como para seguir sentado.

—Yo creo que el psiquiatra tiene mucho que ver con esto. Quizá piense que Nico tiene que volver para comprobar que yo no he muerto como sus padres.

Matías también se puso en pie y lanzó a su amigo una mirada llena de especulación.

—Y yo creo que estás muerto de miedo.

—Lo estoy —admitió Pedro.

Matías lo conocía demasiado bien.

—Míralo de esta forma: podría ser una prueba para ver si has superado la muerte de Karen —señaló, y después de su explosivo comentario, miró a su amigo con cautela—. Me voy a casa a dormir. Adiós.

Pedro se quedó allí de pie, conmocionado y somnoliento. Matías había dado justo en el clavo.

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