miércoles, 11 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 58

—¿Mamá? —gritó Olivia desde el salón—. La abuela quiere hablar contigo.

Era la segunda llamada del día. A pesar de que sus padres conservaban la calma, Paula sabía que estaban preocupados por el desprendimiento de rocas. Siempre parecía estar sucediendo algo en el parque, pero estaba tan enamorada de Pedro que no le importaba.

—Trae el teléfono a la cocina, por favor —había decidido preparar un asado de cordero. Tras salir del colegio, Olivia había pelado las verduras mientras ella hacía panecillos. Enseguida podrían comer.

—Toma.

—Gracias —tomó el teléfono con la mano libre—. Hola, mamá.

—Las noticias de la televisión no paran de hablar sobre el desprendimiento.

 —Lo sé. Da miedo pensar en lo que sucedió.

—¿Y qué opina Pedro al respecto?

—No lo sé —la mención de su nombre hizo que se le acelerara el pulso—. No sé nada de él desde anoche. Trabajaron hasta esta mañana y debe de estar durmiendo.

Patricio Telford había telefoneado para recordarle que tenían una cena pendiente para el día siguiente. Si intentaba convertirlo en algo más que un asunto profesional le diría que iba a casarse, aunque fuera un secreto. Por el bien de Olivia le había pedido que fuera una cena temprana y la habían fijado a las seis de la tarde. No sabía si Pedro estaría disponible para ocuparse de la niña. En caso de que tuviera que trabajar, Romina la había invitado a que fuera a su casa a jugar con Nico.

—Pareces muy feliz, cariño.

—Lo soy, mamá. Oli y él son mi vida.

—Así debería ser. Nos mantendremos en contacto.

—Prometo llamar en cuanto sepa algo de Pepe.

—De acuerdo.

—¿Mamá? —Olivia esperó a que colgara—. ¿Puedo llamar a papá para saber a qué hora viene?

—Adelante. La cena está lista —tras sacar el asado del horno metió los panecillos.

—No creo que esté. No para de sonar.

—Pues llama al cuartel general. Ellos sabrán dónde encontrarlo.

—Muy bien —un minuto después, informó a su madre—. Papá está libre hasta mañana.

—Entonces, seguro que estará durmiendo. Tengo una idea: llevemos toda la comida a su casa. Podemos irnos en cuanto estén hechos los panecillos.

—Iré a buscar la llave que me dió —Olivia no necesitó que la animaran más.

—Mientras meto las cosas en el coche, ve a buscar la gran calabaza.

—De acuerdo. Pocos minutos después salían del garaje y se dirigían a casa de Pedro.

—Abriré con la llave —decidió Olivia.

—Adelante. Le encantará que le hayamos traído la cena —ambas llevaron las cosas a la cocina—. ¿Por qué no pones la mesa? Yo voy a ver si está durmiendo.

—¿Crees que lo estará?

—A lo mejor está en la ducha. Volveré enseguida —lo último que quería era que fuera Olivia quien lo encontrara. Si no estaba vestido, la impresión que se iba a llevar al ver las cicatrices sería enorme. Antes de enseñárselas tendría que hablar con ella y prepararla.

Con el corazón en un puño se asomó al dormitorio. Para su alivio lo encontró tumbado boca abajo sobre la cama con las sábanas enrolladas alrededor de las largas y musculosas piernas. La espalda estaba al desnudo. Cerró de inmediato la puerta y apoyó la espalda contra ella.

—¿Pepe? —llamó en voz baja—. ¿Cariño? —insistió un poco más alto.

—¿Pau? —Pedro se volvió antes de sentarse en la cama y cubrirse con la sábana.

—Lo siento, pero ya son las seis de la tarde. Hemos traído la cena. Si no te apetece comer, te dejaremos tranquilo para que sigas durmiendo.

—¿Quieres decir que he dormido once horas? —se pasó las bronceadas manos por los cabellos—. No me lo puedo creer.

—Lo necesitabas —la vulnerabilidad que nunca mostraba a los demás la emocionó.

—¿Está Oli aquí?

—Sí. Está poniendo la mesa. Me he asegurado de que no te viera primero.

—Me afeitaré y me reuniré con ustedes en unos minutos.

Sus miradas se fundieron comprensivas. Paula habría preferido quedarse para seguir mirándolo. Aquel verano en Kabul no habían dormido mucho. En muchas ocasiones lo había encontrado en la cama, esperando a que ella volviera para poder hacer el amor una y otra vez. Reprimió un gemido y se reunió con Olivia.

—Pues sí que estaba durmiendo.

—Debía de estar muy cansado —el rostro de la niña se relajó.

—Estuvo en pie toda la noche. ¿Habrá mantequilla para los panecillos?

 —Ya la había encontrado. Y también mermelada.

—Perfecto.

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