lunes, 16 de enero de 2017

Destinados: Capítulo 5

—Dice que tiene un bosque de pinos, tres bosques de secuoyas y muchas cataratas impresionantes, con pendientes y formaciones rocosas poco comunes.

La oficina central del parque y varios hoteles estaban situados en el pueblo de Yosemite. Tras investigar los horarios de varias compañías aéreas, Paula decidió que, probablemente, la manera más fácil de llegar hasta allí era volar hasta Merced, California. Desde Miami, salían docenas de vuelos por la mañana. Comprobó si había plazas disponibles.

—Bien. He reservado plaza en un vuelo a Charlotte por la mañana. Desde allí, volaremos a Las Vegas y, luego, a Merced. Desde el aeropuerto de Merced, iremos en coche a Yosemite —explicó Paula.

Lo mejor sería conseguir alojamiento en el valle de Yosemite, pensó. Aunque era verano y, tal vez, habría muchos turistas. El día siguiente era martes. Quizá, tendrían suerte y encontrarían una habitación antes de que llegara la avalancha de visitantes del fin de semana.

—Hemos tenido suerte, Nico. Tienen una habitación en el Yosemite Lodge para el martes y el miércoles.

—¿Sólo vamos a quedarnos dos noches?

—No, tesoro. Pero en junio hay muchos turistas y sólo podemos quedarnos en ese hotel dos noches. Después, tendremos que buscar otro sitio. Está cerca de las cataratas de Yosemite. ¿Ves la foto?

—¡Vaya! Parece de una de mis películas de Tarzán.

El niño tenía razón. Y Paula no lo había visto tan emocionado desde hacía más de un año.

—¿Quieres apretar este botón?

Él asintió y lo hizo. Pronto, se abrió la ventana que anunciaba la confirmación de la reserva.

—Dice que tenemos el hotel reservado. Ahora sólo nos falta alquilar un coche —señaló Paula. Tras un par de minutos, reservó uno en el aeropuerto de Merced—. Mientras les cuentas nuestros planes a los abuelos, yo sacaré las maletas. ¡Tenemos que empezar a prepararnos!


Pedro estaba al teléfono con el superintendente Noyes cuando su secretaria, Marcela, entró en el despacho y le dejó un mensaje sobre la mesa.

—Que pasen —le dijo Pedro a su secretaria, después de leer el mensaje.

Marcela, una mujer morena de mediana edad, asintió y salió. El jefe Samuel Dick y su esposa, Adriana, no necesitaban tener cita con él. Para Pedro eran personas muy importantes y siempre serían bienvenidos en el parque. Cuando él había sido adolescente, Samuel le había enseñado un camino secreto que salía delvalle de Yosemite hacia el valle Hetch Hetchy en el noroeste. Había sido responsable de parte de la magia que había acompañado la niñez del guardabosques. Un minuto después, la pareja de viejos indios Paiute entró en su despacho. Vance le dijo al superintendente que lo llamaría luego. Después de colgar, se acercó a ellos y les estrechó la mano.

—Es un honor, jefe. Por favor, siéntate.

—Gracias, jefe —replicó Samuel con una sonrisa. Era una broma entre ellos. Pedro se rió porque su título de jefe sólo tenía unos pocos años de antigüedad y desaparecería si lo transferían a otro sitio. Aunque esperaba que, con suerte, viviría y trabajaría en Yosemite el resto de sus días.

Pedro había crecido usando el parque como su propio jardín. Para él, era su hogar, pero había sido el hogar del jefe Samuel desde mucho tiempo antes. Samuel había recibido su título de generaciones de indios Paiutes que habían habitado en Yosemite mucho antes de que hubieran llegado los europeos.

Los dos visitantes de pelo gris se sentaron en unas sillas frente al escritorio de Pedro. Luego, Samuel le entregó un gran sobre marrón.

—Mira esto.

Pedro regresó a su silla y examinó las dos fotos que contenía el sobre. Eran idénticas, copias de una foto histórica de un asentamiento de Paiute en Yosemite, tomaba por el fotógrafo inglés Edward Muybridge.

—Mira la copia que tiene el número uno al dorso. Esa foto está en la Biblioteca Bancroft —informó Samuel—. Ahora mira la copia dos. Está en la Biblioteca de Yosemite, pero fíjate en que el título de Asentamiento Paiute no está ahí.

Pedro la miró de cerca y comprobó que así era.

—Alguien ha puesto el título Asentamiento Miwok en vez de eso —añadió Samuel y miró a Pedro con gesto solemne—. Algo está pasando aquí. ¿Por qué quitaron el título original? No había Miwoks entre nosotros en este valle. Ahora comprenderás por qué los Paiutes no confían en las autoridades del parque. Creo que alguien está intentando ayudar a los Miwoks de la sierra sur a conseguir reconocimiento federal. ¿Qué vas a hacer acerca de ello, jefe?

La suya no era una visita informal. Samuel había ido a hablar con él de jefe a jefe. En el sentido histórico, era todo un honor para Pedro. Pero, en el mundo moderno, temió que fuera la punta de un iceberg político relacionado con las difíciles relaciones entre Paiutes y Miwoks. Según los antropólogos, ambas tribus habían tenido un pasado en común en el parque que se remontaba a trece mil años atrás.

1 comentario:

  1. Muy buen comienzo! Ya quiero que se conozcan Paula y Nico con Pedro!

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