domingo, 15 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 65

—¿Pedro? Esto es lo que he averiguado —le explicó todo—. Piénsatelo y vuelve a llamarme.

—Claro. Gracias.

—¿Qué sucede? —Matías entró en su despacho—. Tienes una mirada muy rara. ¿Le pasa algo a Oli o a Pau?

—Están bien —él suspiró aliviado—. Tiene que ver conmigo.

—Adelante.

—La semana pasada, Oli insistió en que pidiera una segunda opinión sobre mi corazón, de modo que fui a hacerme una revisión a Merced.

—¡Claro! Por eso no te encontraba.
—La nueva radiografía no muestra ningún cambio —Pedro asintió—, pero el médico accedió a consultarlo con el cardiólogo de Roberto en Miami.

—¿Y qué ha dicho? —Matías se puso tenso.

—Dice que ha hecho media docena de operaciones para lesiones como la mía, con éxito.

 —¿Y cuál es la probabilidad de fracaso?

—Aún está en fase experimental. Si fracasara conmigo, instalaría un marcapasos. Pero, por supuesto, siempre hay un riesgo de muerte en cualquier operación.

—Y ahora debes elegir si quieres vivir tal como estás y preguntarte cada mañana si será la última…

—O arriesgarme con la operación. Al menos con un marcapasos sólo estaría preocupado por si fallara. A Pau se lo diré esta noche.

—Justo ahora que pensaba que íbamos a empezar a divertirnos por aquí…

—Dímelo a mí.

Aquella noche, tras acostar a Oli,  condujo a su esposa al salón.

—¿Podemos hablar?

—¿Qué sucede? —ella rió—. ¿Acaso tu esposa es demasiado exigente y te tiene agotado?

 —¡A Dios gracias, sí! —él la tomó en sus brazos y se dejaron caer en el sofá.

—De acuerdo —dijo ella—. Sé que tienes algo en la cabeza, aparte de mí.

—He hecho una cosa —la sonrisa de Pedro se esfumó lentamente y sin pérdida de tiempo le contó todo. Al finalizar, tomó la mano de su mujer—. ¿Qué opinas?

—Creo que debes intentarlo por el bien de todos —contestó ella tras un largo silencio.



La sala de espera del quirófano de cardiología estaba en la sexta planta del hospital de Merced. Paula llevaba más de diez horas sentada allí, intentando mostrarse valiente por Olivia, que veía unos dibujos animados con Nico. Matías y Romina no se habían apartado de su lado ni un segundo y se turnaban para cuidar de los niños. El médico de Roberto había volado hasta el hospital para realizar la operación junto con el doctor Winder. Aquella misma mañana habían empezado a anestesiar al paciente que se había despedido, una vez más, de su esposa.

—Los niños tienen un ángel de la guarda —había susurrado ella—. No va a fallarle ahora.

—Eres mi vida —los ojos de Pedro tenían el color de las nubes de tormenta—. Te creo.

—Lo digo porque yo también lo creo.

—Te quiero.

—Yo también te quiero, cariño. Te veré esta tarde.

Sin embargo ya era de noche y el recuerdo de la última conversación amenazaba con volverla loca. Olivia le había llevado un sándwich y algo de beber, pero no había podido comerse más que un bocado. Convencida de que algo iba mal, se puso en pie de un salto y corrió hasta el control de enfermería, justo en el momento en que el doctor Winder salía de la zona restringida.

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