lunes, 9 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 50

Las horas pasaron esperando al menos una llamada. Al final volvió a llamar al cuartel general. Seguían sin noticias de Pedro. A las cuatro menos cuarto estaba a punto de llamar a Matías cuando llegó Olivia corriendo.

—¿Mamá?

—Hola, cariño. ¿Qué tal el colegio? —Paula corrió a su encuentro.

—Bien, pero papá no estaba en la oficina. ¿Puedo ir a su casa?

—Por supuesto —contestó su madre—, aunque puede que no esté.

—Lo sé. Si no está, volveré de inmediato —la niña dejó la mochila sobre una silla y salió. «Por favor, que esté en casa». Pasaron quince minutos, un tiempo prudencial, según Paula, para poder afirmar que todo estaba en orden. A punto de unirse a su hija, la vió volver con gesto sombrío.

—Tenías razón. No estaba en casa. ¿Ha llamado?

—Aún no, pero seguro que lo hará en cuanto pueda. Matías dijo que anoche tuvo otra emergencia y no sabemos cuánto tardará en volver. ¿Te apetece fruta o un sándwich?

—Mejor un poco de queso.

—¿Por qué no invitas a Mica a casa? —lo que faltaba, Olivia estaba disgustada y no tenía hambre. Tenía que conseguir un ambiente de normalidad—. Me gustaría conocerla.

—No tengo su número de teléfono.

—Puedo preguntárselo al guardabosque Sims. Seguramente está de servicio.

Paula volvió a su despacho por lápiz y papel. Con la excusa, intentaría averiguar el paradero de Pedro. Al padre de Micaela le encantó la idea de que Olivia quisiera jugar con su hija y le dió el número de teléfono de su casa, pero, lamentablemente, su explicación no le sirvió.

—Pedro trabaja con los federales para intentar arrestar a los que cultivan marihuana en el parque.

—Gracias, Leonardo. Ya hablaremos.

Colgó sin sentirse tranquila. Leonardo había contestado con demasiada rapidez. Sabía bien lo que había visto la noche anterior. La repentina palidez de Pedro lo había delatado.

—Toma el número —le pasó a Olivia el papel y el teléfono—. Yo seguiré trabajando.

—Muy bien. Si la dejan venir, ¿Podemos hacer palomitas?

—Claro —contestó su madre, cada vez más convencida de que la emergencia no tenía nada que ver con el parque. El agujero de su estómago se hacía cada vez más profundo.

—¿Todavía no estás lista, cariño?

—No quiero ir a truco o trato sin papá —gritó Olivia desde el dormitorio—. ¿Crees que le habrá pasado algo?

—No, no lo creo.

—Pero hace tres días que se marchó —lloriqueó la niña.

—Es un guardabosque con grandes responsabilidades. A veces tiene que trabajar en casos de los que no puede hablar. Me temo que tendremos que acostumbrarnos a ello —el discurso iba dirigido a ambas—. Si te quedas encerrada en tu habitación, Nico se pondrá muy triste, por no hablar de tí. ¿Crees que tu padre se alegraría al saberlo?

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