miércoles, 11 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 57

—¡Di que sí, mamá!

—Sí —contestó Paula con voz temblorosa.

 —Tengo pensado tomarme dos semanas libres para la boda y la luna de miel, empezando por el fin de semana de Acción de Gracias.

—¡Eso será dentro de tres semanas! —gritó Olivia mientras abrazaba a su padre con fuerza.

—Para entonces ya le habrán quitado la escayola a tu madre.

—¿Dónde se van a casar?

—Aquí en el parque. En una ceremonia pequeña y tranquila. Me gustaría hacerlo en una iglesia y luego irnos de luna de miel a algún lugar exótico, pero no sería prudente.

—¿Y qué harán?

—Nos casaremos en esta casa —Pedro besó a su hija en la frente—, y aquí celebraremos la luna de miel. Tus abuelos podrían quedarse aquí unos días mientras tu mamá y yo nos conocemos mejor en la mía. Después decidiremos dónde vamos a vivir.

—Creo que vamos a tener que ir de compras a San Francisco —Paula captó el mensaje implícito en la frase de Pedro y abrazó a su hija—. Necesitaremos algo bonito para la boda.

Olivia lloró de felicidad y Pedro pensó que aquél era el momento de suprema felicidad. Se acercó a Paula y deslizó el anillo de diamante en su dedo. En cuanto su hija  se fuera a la cama, le demostraría a esa increíble mujer lo que significaba para él.

—Cariño —susurró ella mientras lo besaba en la boca con avidez. —Lo celebraremos cuando se haya dormido —dijo él.

Los tres volvieron a sentarse en el sofá. Pedro acababa de pulsar el botón del mando cuando se produjo un ruido ensordecedor. El suelo tembló. Olivia chilló y se puso en pie de un salto.

—¿Ha sido un terremoto? —Paula miró fijamente a su prometido.

—No —Pedro ya estaba en pie poniéndose el abrigo—. Un deslizamiento de rocas. El ruido es muy característico. Viene de Curry Village.

—¿No fue allí donde sucedió el último?

—Sí. Tenía el pálpito de que volvería a ocurrir, pero esta vez ha sido mucho más grande —con suerte, las cabañas aún abiertas habrían escapado a la catástrofe—. No se muevan  de casa. Cuando la humedad penetra en las grietas y los trozos de piedra se desprenden y un polvo llamado harina de granito es pulverizado durante horas en el ambiente. No quiero que lo respiren.

—¿Y qué pasa contigo? —exclamó Paula.

—Tengo una mascarilla en la camioneta. Ya veremos la película mañana. Podríamos invitar a los Rossiter. Sean buenas y haganme caso.

—Ten cuidado, papá.

—Cuidado es mi segundo nombre —Pedro abrazó a su hija antes de tomar el rostro de Paula entre las manos y besarla apasionadamente.

El trayecto hasta Curry Village no le llevó mucho tiempo. Algunos de los chicos ya estaban en el lugar, muy parecido a un escenario de guerra. Al acercase vió a Matías ayudar a un aturdido turista a salir de su tienda. Agarró la caja de herramientas y se apresuró hacia los demás, agradecido de que sus chicas no estuvieran por la zona.

A la mañana siguiente habían evacuado a los cuatrocientos turistas a otros alojamientos. Únicamente dos habían necesitado asistencia médica. No había heridos de gravedad.

—Supongo que habrás visto cómo han quedado las cabañas que cerramos el otro día —Matías se le acercó cuando estaba a punto de volver a la camioneta.

—De no haberse producido ese primer deslizamiento, ahora estaríamos desenterrando cadáveres —Pedro asintió—. Esta noche hemos esquivado otra bala.

—Pues sí —el jefe se limpió el polvo de los labios—. Hora de volver a casa, aunque me temo que Nico me confundirá con el abominable hombre de las nieves.

Pedro soltó una carcajada y dijo:

—Mañana por la noche trae a tu familia a casa de Pau. Bueno, esta noche, supongo. Ya no sé en qué día vivo. Vamos a ver La gran calabaza.

—A Nico le encantará. Se lo diré a Romi.

Agotado físicamente, aunque emocionalmente hiperactivo, Pedro condujo a toda prisa de vuelta a la casa. Se moría de ganas de ver a Paula, pero antes necesitaba comer, una ducha y dormir.  La luna de miel le parecía excesivamente lejana.

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