lunes, 2 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 30

—Hola, me llamo Cecilia. ¿En qué puedo ayudarla?

La bonita y rubia guardabosque tenía un gracioso acento sureño.

—Tengo una cita a las dos con el guardabosque Alfonso.

—Usted debe de ser la madre de Olivia. Es una niña encantadora.

 —Gracias —cualquiera que alabara a Olivia se convertía automáticamente en amiga de su madre—. Yo opino igual.

—Sentimos mucho lo de su accidente. Debió de ser horrible, pero estamos agradecidos de que sobreviviera. Si me permite, tiene un aspecto estupendo.

—Gracias, pero el mérito es del piloto. Me dijo cómo debía colocarme y nos salvó a ambos.

—Tomás fue un piloto naval de élite.

—Eso he oído. Me alegra que fuera él quien pilotara el helicóptero.

—Ese día tuvo mucha suerte. El guardabosque Alfonso es un rastreador nato, y al que todos quisieran tener en un rescate como el suyo. El jefe Rossiter dice que tiene un instinto sobrehumano. Y viniendo del jefe es todo un elogio.

Paula sintió un escalofrío. No le sorprendía, dado el pasado de Pedro en la Fuerzas Especiales en Afganistán. La expresión en los ojos de la guardabosque al hablar de él era muy significativa. Al igual que el hecho de que no llevara ningún anillo.

—Soy consciente de la suerte que tuve. ¿Estará ocupado ahora?

—Su turno está a punto de terminar —la joven consultó la hora—. Puede ir a su despacho. Baje por el pasillo a la izquierda y llegará a otro pasillo. Es la segunda puerta a la derecha.

—Gracias, lo encontraré.

Paula se encaminó lentamente por el pasillo indicado. Le resultaba casi imposible creer que aquél hubiera sido el mundo de Fernando durante los últimos tres años. No tenía nada que ver con el del brillante arqueólogo del que se había enamorado. Empezaba a ser consciente de los sacrificios que había tenido que realizar para evitar un nuevo desastre. Ver el ambiente, tan extraño a él, en el que vivía y trabajaba la ayudó a percibir lo que se había negado a ver o aceptar antes. Sumida en sus pensamientos, estuvo a punto de chocar con él en el pasillo. Con o sin uniforme de guardabosque, su impresionante físico la hizo mirarlo fijamente, como había hecho la primera vez. Era tan atractivo que la pilló desprevenida y no fue consciente de que Olivia esperaba dentro del despacho.

—¡Hola! —saludó él con voz profunda mientras su inquisitiva mirada la recorría de pies a cabeza, fijándose en cada detalle de su indumentaria.

—Siento haberte molestado mientras estabas de servicio —ella respiró hondo.

—Vamos a dejarlo claro —Pedro apoyó las manos en las caderas—. Olivia es nuestra hija y formará parte de mi vida permanentemente, a cualquier hora del día o la noche.

Paula evitó su mirada y entró en el despacho, donde encontró a Olivia sentada en una silla mientras jugaba con un bastón plateado.

—¿Qué es eso, cariño? —preguntó mientras se sentaba a su lado.

—Es una varita mágica que le han traído a papá unos amigos que estuvieron en Inglaterra.

—Es preciosa —Paula examinó la varita y leyó la inscripción, «tío Pepe».

—Ojalá nosotros también pudiésemos ir a la tienda de Harry Potter. Qué suerte tuvo Nico.

—¿Te gustan sus libros? —Fernando cerró la puerta y se sentó sobre una esquina del escritorio, demasiado cerca de Paula.

—Me los he leído todos.

—A Nico le encantan. ¿Sabías que conoció al verdadero Hedwig durante el viaje?

—¿Y cómo lo consiguió? —los ojos de la niña se abrieron desmesuradamente.

—La próxima vez que lo veas, se lo preguntas.

—Hablando de la próxima vez —interrumpió Paula con el corazón acelerado—He telefoneado a mi jefe del CDF y le he dicho que al final he decidido aceptar el puesto.

—Eso es una noticia excelente para el parque —consiguió balbucear Pedro tras un palpable silencio—. Informaré al superintendente Telford —los ojos plateados se posaron en Olivia, cuya mirada azul resplandecía de satisfacción—. Personalmente, estoy encantado de saber que vivirán tan cerca.

—Yo también, papá. Ahora podremos estar juntos todo el tiempo.

—Antes de volver a Santa Rosa, ¿Sería posible ver la casa en la que viviremos Oli y yo?

—Enseguida, pero antes debemos aclarar cómo procederemos. A partir de ahora me llamo Pedro Alfonso. Por razones de seguridad, el nombre de Fernando Gonzalez ya no existe.

—Ya lo sabemos, ¿Verdad, cariño?

Olivia asintió.

—Bien. Cuando salgamos de este despacho —continuó—, yo presentaré a Oli como mi hija y a tí como su madre. Entre el personal del parque, Matías dirá que, tras un accidente, sufrí amnesia y me sentía confuso sobre mi pasado hasta el accidente del helicóptero.

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