lunes, 2 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 32

—No me extraña —el labio de Olivia temblaba.

—Y entonces sucedió el milagro. Matías se convirtió en el héroe de Nico y los tres se enamoraron mutuamente. Poco después decidieron convertirse en una familia y casarse. Han adoptado a Nico y se lo llevaron de luna de miel con ellos a Inglaterra.

—Qué historia tan conmovedora —Paula renunció a luchar contra las lágrimas.

—Nico necesita buenos amigos —Pedro miró a su hija con gesto serio—. Ya sé que eres más mayor, pero hoy parecías llevarte bien con él y sé que le gustas. Gracias por ser mi maravillosa niña.

—¿Cuándo nos mudamos? —preguntó Olivia abrazada a su padre.

—A lo largo de la semana que viene. Tu abuelo va a alquilar un camión de mudanzas para traer las cosas que queramos tener aquí. El resto lo guardaremos.

—Ojalá fuera mañana.

—¿Sabes qué? —intervino Pedro—. Seguramente necesitarán unos días para decidir qué quieren conservar. Si necesitáis sitio para sus cosas, yo me ocuparé de sacar de aquí lo que no queráis. Va a ser su nuevo hogar. Deberían sentirse cómodas.

Se comportaba como el hombre acogedor y sensible del que Paula se había enamorado. Tanta comprensión y amabilidad hacía que tuviera ganas de gritar.

—Oye, que ya son las tres y diez —consultó el reloj—. Tus abuelos nos esperan.

—¡Pero es que yo quiero ver la casa de papá primero!

—Hoy no nos queda tiempo.

—Tu madre tiene razón, cielo. Cuando ya estén aquí, tendremos todo el tiempo del mundo.

—De acuerdo —Olivia se secó las lágrimas con la manga—. Te llamaré cuando vayamos a venir. Ya me he aprendido tu número de memoria.

—Me alegra oírlo. Esperaré tu llamada.

Paula se dirigió a la puerta por delante de los dos.

—Es toda tuya —Pedro cerró con llave y bajó los escalones del porche antes de entregarle las llaves de su nueva casa.

—Gracias por facilitarnos las cosas. Te lo agradezco —sus manos se rozaron ligeramente al tomar las llaves y Paula sintió la misma descarga eléctrica que había sufrido al conocerlo.

—No hay de qué.

—¿Y ahora qué vas a hacer? —Olivia se agarró del brazo de su padre.

—Iré a casa, me ducharé y me acostaré. Llevo casi veinticuatro horas levantado.

—¿Dónde está tu casa?

—A la vuelta de la esquina —Pedro señaló a su izquierda.

—Vamos —la apremió Paula.

—De acuerdo —la niña sonrió ante la proximidad de las casas—. Hasta pronto, papá.

Mientras padre e hija se abrazaban, Paula se dirigió hacia el centro de visitantes. El encanto de ese hombre era letal. En diez años no había cambiado nada.


El jueves por la mañana, Pedro se encontraba en el despacho, ocupado con los últimos informes recibidos por fax, cuando Matías entró por la puerta.

—¿Me equivoco o es hoy el gran día? —los dos amigos intercambiaron una breve mirada.

—Sabes que es hoy.

—Son más de las diez. ¿Qué haces aquí todavía?

—Debo tener cuidado, Mati. Olivia me llamó para comunicarme el día y la hora, pero Paula debía de estar delante, porque no me invitó a participar. La idea de organizar turnos de visitas me provocaba pesadillas. Jamás pensé que aceptaría el puesto. Puede que vayamos a vivir a la vuelta de la esquina, pero si cree que voy a intentar controlar su vida me echará para siempre. Ni siquiera llegaré a la primera base.

—Yo diría que ya lo has hecho —Matías  sonrió.

—Pero no gracias a mí —murmuró Pedro—. Ella quería este trabajo más que nada. Para serte sincero, me aterra hacer algo mal.

—Te entiendo. Romi está cocinando para ellas.

—Es una mujer increíble.

—Estoy de acuerdo. Romi se muere de ganas de conocerla. Nico saldrá del colegio a las doce. Quiere ayudar. Hemos pensado pasarnos por allí sobre las doce y media para darle nuestro recibimiento oficial. Paula no podrá decir nada porque vengas con nosotros.

—Quieres decir que no dirá nada aunque le apetezca —Pedro suspiró aliviado—. Acabas de resolver mi dilema más inmediato. Mientras estemos allí me ocuparé de lo necesario.

—Perfecto. Te veo más tarde. De momento tengo que investigar un accidente de acampada.

—Y yo tengo una reunión en la sala de conferencias —Pedro se levantó de la silla.

—¿La controversia sobre el nuevo proyecto de alojamientos?

—Eso me temo. Las discusiones no terminan jamás. Dejaré el informe sobre tu mesa —agradecido con Matías por haberle ayudado a superar los interminables días de espera, lo siguió fuera del despacho.

Todavía le costaba creerse que hubiera llegado el día. En cuanto se supiera que su hija y su ex amante vivían en el parque se desataría toda clase de rumores y chismorreos. Habría dado cualquier cosa por ahorrárselo, pero lo único que acallaría la curiosidad sería una boda. Eso era lo malo de vivir en una comunidad tan cerrada. Aunque también tenía su lado bueno: podría verlas a las dos a diario. De momento tendría que bastar.

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