miércoles, 11 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 55

—Mañana te veo, Oli. Trae tus caramelos. Yo traeré los míos.

—Me parece que no —intervino Matías.

—¿Por qué?

—Porque Pepe y yo tenemos pensado comérnoslos todos en el trabajo.

Pedro soltó una carcajada, pero a Nico no le pareció divertido.

 —¿Puede hacer eso, mamá?

 —Eso me temo. Es el jefe de los guardabosques.

—Pero eso no le da derecho a comerse los caramelos —susurró Olivia al oído de Paula.

—Sólo está de broma.

—Ah —Olivia seguía un poco recelosa—. Hasta luego, Nico.

—¿Lo ves? —mientras se alejaban oyeron la risa de Nico—. Matías lo adora.

—¿Qué cuchichean ustedes dos? —quiso saber Pedro.

—Esperábamos que vinieras a casa con nosotras —Paula le guiñó un ojo—. Vamos a encender la chimenea y a ver una película de Charlie Brown.

Ante la inesperada invitación, Olivia  pareció a punto de estallar de felicidad. No era más que el principio. Paula no podía ver el rostro de Pedro, pero sabía cómo se sentía.

—Estupendo —Pedro llegó el primero al porche y recogió el cuenco de caramelos que habían dejado para los niños. Sólo quedaba una piruleta.

—Me cambio de ropa y enseguida estoy con ustedes —anunció Paula una vez dentro.

—A mí me gusta como estás —Pedro se quitó el disfraz y reveló al hombre al que ella amaba por encima de toda lógica.

—¿Has adivinado de qué iba disfrazada? —Olivia sonrió a su padre.

—¿Podría ser de la princesa Tee-Hee-Neh?

—¿Cómo lo sabías?

—Sé muchas cosas —bromeó él—. Era una hermosa princesa, la más bella de las hijas del jefe Ahwahnee. Cautivó los corazones de todos los habitantes del valle de Yosemite. Según la leyenda, era firme como el abeto blanco, pero flexible como el alerce. Sus negros cabellos eran de seda y, sus movimientos, gráciles como los de un fauno.

Paula, que ya se había cambiado y unido a ellos, se estremeció. ¿Cuándo se había aprendido esa leyenda de memoria?

—Cada mañana salía de su tienda y corría a un lugar secreto para encontrarse con su amado. Pero una mañana lo halló muerto, aplastado por una roca mientras disparaba flechas. Se arrodilló junto a él y, al ver que no despertaba, ella también murió. Y desde entonces aquel lugar se conoce como Flecha Perdida.

Paula fue repentinamente consciente de que aquélla casi podría ser su historia.

—Nico me dijo que Flecha Perdida está más allá de la cascada —Olivia estaba entusiasmada—. ¿Podemos subir algún día?

—Lo haremos, cariño.

—Oli, ¿Por qué no te pones el pijama antes de que empiece la película?

—De acuerdo. Enseguida volvemos, papá. No te marches.

—No me iré a ninguna parte.

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