domingo, 29 de enero de 2017

Destinados: Capítulo 41

Desde que había regresado de Yosemite hacía una semana, Nico no había conseguido animarse. Para empeorar las cosas, el doctor Karsh había estado fuera dela ciudad. Paula no había podido hablar con él hasta esa mañana. Había quedado en verlo a las diez.

—¿Qué vas a hacer tú?

—Voy a buscar trabajo —repuso Paula. Durante la última semana había estado llamando a diferentes ofertas de trabajo para puestos administrativos. Ese día, tenía una entrevista después de su cita con el doctor Karsh—. Si quieres hablar con los abuelos, díselo a la mamá de Ramiro y ella te dejará usar el teléfono.

—¿Puedo llamarte a tí?

—Sí, pero puede que esté en una entrevista y no pueda responder —dijo Paula, sin saber qué hacer para animarlo—. Mira, allí está Ramiro. Te está esperando.

El otro niño se acercó corriendo, también disfrazado de Power Ranger. Despacio, Nico se quitó el cinturón y salió del coche. Sus ojos llenos de tristeza le rompieron el corazón a Paula. Desde que habían regresado, había tenido una pesadilla y se había despertando gritando el nombre de Pedro.

El sueño había tenido lugar la noche en que habían establecido reglas sobre las llamadas al guardabosques. Nico podía llamar sólo una vez por semana, eso era todo. Ella había obligado a su sobrino a explicarle la nueva regla a Pedro, pero ella se había abstenido de hablar con él. Pedro pareció haber comprendido porque, desde entonces, sólo había llamado a Nico una vez. Para el niño, dos conversaciones por semana no eran suficientes.

—No olvides tu mochila. Allí llevas el desayuno. Te quiero, tesoro.

Al niño le tembló el labio mientras cerraba la puerta del coche. Paula lo observó por el retrovisor mientras se iba. En vez de salir corriendo con Ramiro, se quedó mirando hacia ella hasta que desapareció en la distancia.

Quince minutos después, ella  llegó a la consulta del psiquiatra y le habló del viaje a Yosemite y de lo que había pasado después. El doctor Karsh le ofreció una caja de pañuelos de papel.

—Gracias —dijo ella, secándose las lágrimas—. Si le digo la verdad, no sé qué hacer. En cierta manera, la situación es aún peor que antes.

—No es peor. Es mejor —la corrigió él.

—¿Bromea?

 —No. Lo que has dicho hace un minuto es importante. Nico siente una fuerte conexión con el guardabosques porque fue la última persona que vió a sus padres. Pero es más profundo que eso —señaló el psiquiatra—. Él intentó salvarlos. Llevó a Nico a lo alto de El Capitán y le mostró el sitio exacto donde había encontrado los cuerpos. Cuando los hubo encontrado, se encargó de que fueran enviados a Florida. A los ojos del niño, el guardabosques representa una figura paterna, alguien que protege y se ocupa de todo, como hizo su propio padre en el pasado. No es una conexión extraña ni poco habitual. Es comprensible, teniendo en cuenta que el guardabosques jefe parece ser un hombre destacado.

—Es excepcional —asintió Paula.

—Por eso es el jefe —dijo el terapeuta y sonrió—. En cuanto a la última pesadilla, demuestra que Nico se siente protegido por él y le gusta. Es muy buena señal que tu sobrino sea capaz de apegarse a alguien que no sea su padre. Yo diría que estás haciendo progresos, aunque no lo sientas así todavía.

—¿Pero cómo puedo quitarle ese apego?

—Lo sabré mejor después de haber charlado con Nico. ¿Podrías traerlo a mi consulta este mediodía?

Paula se alegró de que el terapeuta tuviera un plan, porque ella se había quedado sin ideas. Después de darle las gracias, se apresuró a ir al aparcamiento por su coche. Canceló su entrevista con la Cruz Roja, llamó a la madre de Ramiro y le avisó de que iba a recoger a Nico antes de lo previsto. Tendrían que ir a casa primero para que el niño se quitara el disfraz.

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