miércoles, 4 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 36

—Me encanta ésta de la madre y su hija —Romina se acercó a un Renoir.

—Mi madre me la regaló cuando nació Oli—a Paula también le gustaba.

—Olivia es muy cariñosa con Nico. Me alegra que se hayan mudado aquí. Necesita amigos. Espero poder darle un hermano o hermana.

—Quién sabe. Un día de éstos.

—Estamos en ello —confesó Romina—. La primera mujer de Mati servía en el ejército, pero murió durante la guerra en Oriente Medio. Querían tener hijos, pero no hubo tiempo.

—No sabía que hubiera estado casado —Paula se llevó una mano a la garganta.

Matías había perdido a su esposa de la misma manera en que ella había creído perder a Pedro.

—Adora a Nico como si fuera suyo, pero es un padre tan maravilloso que quiero que viva la paternidad al completo. Y no hace falta añadir que estoy loca por tener un hijo.

—No hay nada comparable —Paula respiró hondo. Pedro se había perdido los diez primeros años de Olivia. Mejor cambiar de tema antes de desmoronarse—. Tengo entendido que acaban de regresar de la luna de miel. ¿Aún te estás instalando?

—No exactamente. Mi padre acaba de ser operado con éxito del corazón. Se mudarán aquí desde Florida justo antes de Halloween y traerán mis cosas con ellos. Después habrá que hacer obra en casa de Mati.

Las dos rieron mientras inspeccionaban el salón y su penosa decoración.

—¿Vivirán tus padres también en el parque?

—No. Mati tiene una casa justo pegada a la entrada del parque en Oakhurst. Era de sus abuelos. Ellos lo criaron. En junio falleció su abuela y se la dejó en herencia.

—Es estupendo que vayáis a vivir tan cerca. Mis padres viven en San Francisco. Nos separa un buen trayecto en coche, pero nada imposible.

—La familia lo es todo. Por eso Pepe… —se interrumpió—. Lo siento. No quería hablar de él.

—Por favor, Romi, no pasa nada. Matías  y él son íntimos. Es inevitable.

—Encontrarte supuso un shock para él. Está loco de alegría de saber que tiene una hija.

—Todos nos hemos llevado una gran impresión —Paula hablaba con voz temblorosa.

—Mi marido me dijo que Pepe sufría depresión cuando llegó al parque hace tres años. Y con el tiempo no hizo más que empeorar. Cuando lo conocí en junio, me gustó mucho, pero se palpaba una enorme tristeza en él. Yo creía que era por el divorcio.

—¿Qué divorcio? —Paula parpadeó confusa.

—El que se había inventado tras entrar en el programa de protección de testigos.

—No tenía ni idea. Lógicamente, tenía que inventarse un pasado.

—¿Sabes qué es lo más curioso? Pues que, aunque era mentira, se notaba un vacío en su interior. Le faltaba algo. Ahora que sé la verdad, lo comprendo. Se ha visto obligado a negar toda su existencia durante años. No puedo imaginarme nada peor.

La conversación empezaba a alterar a Paula. Pedro había vivido en permanente peligro, había tenido que cambiar en muchos aspectos y no había podido compartirlo con nadie.

—¿Qué opina Matías ahora que lo sabe todo?

—La única discusión que hemos tenido Mati y yo ha sido sobre si Pepe debería haberse puesto en contacto contigo desde el hospital en Suiza. En la misma situación de él, Mati también habría seguido muerto para su mujer, María. Supongo que el guerrero que llevan dentro los obliga a proteger a sus mujeres como sea.

—Las mujeres también pueden ser guerreras.

—Tú y yo lo sabemos, pero Pepe y Mati llevan el honor hasta el límite. No sabes lo enfadada que estaba la primera vez que lo ví. Le echaba la culpa de la muerte de mi hermano y mi cuñada. Él era el jefe de los guardabosques y murieron durante su turno. Estaba dispuesta a denunciarlo por negligencia criminal.

—¡Bromeas!

—No. Nuestro comienzo fue el peor imaginable. Salí de su despacho hecha una furia.

—No me lo puedo imaginar.

—No sabes ni la mitad. Aquella misma noche nos encontró a Nico y a mí cenando en el albergue de Yosemite… con Pepe.

—¿Estás diciendo que saliste con Pedro? —Paula intentaba ocultar su turbación.

—Fue todo muy inocente. Se ofreció a cuidar de Nico mientras yo hablaba con Mati. Cuando salí del despacho estaba muy alterada y Pepe se dió cuenta. Me invitó a cenar en el albergue. Yo acepté, pero a Nico no le gustó nada. Entonces apareció Mati. Sin mirarme siquiera, se agachó frente a Nico y empezó a contarle lo sucedido. Así supe que mi hermano había ignorado el aviso de los guardabosques. Me sentí como una completa idiota. Nico terminó por derrumbarse y ambos se fundieron en un abrazo. Desde ese momento, mi sobrino empezó a mejorar y, ellos, a unirse.

Romina respiró hondo y continuó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario