miércoles, 4 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 33

Dos horas más tarde abandonó el cuartel general y corrió entre los árboles hasta las casas. Al volver la esquina vio un pequeño camión de mudanzas frente a la casa de Paula. La puerta de la casa estaba abierta y el Nissan azul, que reconoció del estacionamiento de la urbanización de Santa Rosa, aparcado al lado. Aún no había señales de Matías. Intentó aflojar el paso. No quería que Paula percibiera su ansiedad. Sería lo peor. Un par de hombres salieron por la puerta y lo saludaron con la cabeza.

—¿Qué tal va todo?

—Acabamos de terminar —al ver a Paula salir de la casa, vestida con unos vaqueros y un top amarillo, uno de los hombres sacó una hoja del camión—. Necesitamos una firma. ¿Es usted el señor Chaves? —preguntó volviéndose hacia Pedro.

—No, no lo soy. Necesitan la firma de la señorita Chaves.

—Gracias —contestó Paula con una sequedad que pasó desapercibida para los hombres mientras firmaba el recibo.

Pedro temió ser señalado como culpable de haber aparecido en un mal momento.

—¡Papá! —Olivia corrió a sus brazos. Le acababa de alegrar el día.

—¿Cómo estás, cariño? —él le dió vueltas en el aire y la besó.

En ese momento apareció Matías con su familia y esperaron a que se marchara el camión de mudanzas para estacionar. Después, todos se bajaron del coche cargados de bolsas.

—¡Hola! —Nico se dirigió a Olivia—. Traemos la comida. ¿Dónde dejo los palitos de pan? Por el olor, Romina debía de acabar de hornearlos.

—¿Mami? ¿Dónde quieres que dejen la comida?

—Bueno, ¿Qué tal en el comedor? —la repentina llegada de las visitas había pillado a Paula por sorpresa—. Hasta que recoja todo, en la cocina no hay sitio.

—Ven conmigo —le dijo Olivia a Nico y ambos se encaminaron al interior de la casa.

—Paula —Pedro dió un paso al frente—, te presento a mis mejores amigos, Romina y Matías Rossiter.

—Hola —dijo Paula mientras estrechaba las manos de ambos—. Ya era más que suficiente con las maravillosas flores que me enviaron. No puedo creerme que también hayan traído comida.

—Estamos encantados —le aseguró Romina—. Un vecino nuevo es siempre bienvenido.

—Gracias. Opino lo mismo. Olivia está encantada con Nico. Para empezar tienen a Harry Potter en común.

—Y no olvides la zarzaparrilla —intervino Matías con una sonrisa—. Quería conocer en persona a la nueva arqueóloga. Esperemos que el brazo roto y los recuerdos asociados sean los únicos malos momentos que vayas a vivir aquí.

—Eso espero yo también.

—Mati y yo supusimos que tendrían hambre. Pero si no les apetece comer ahora mismo, no pasa nada. Soy consciente de lo ocupada que estarás hoy.

—Si te soy sincera, me muero de hambre. Desayunamos a las seis de la mañana con mis padres, antes de abandonar Santa Rosa. Ellos se encargarán de guardar el resto de nuestras cosas y no vendrán hasta mañana. Por favor, entren y coman con nosotras.

Paula ni siquiera le dirigió una mirada a Pedro. Iba a tener que acostumbrarse a ser el hombre invisible si quería sobrevivir.

—Sacaré la fuente —Matías se dirigió hacia su coche.

—Déjame a mí —se adelantó Pedro.

Ambos se miraron en silenciosa comprensión. Matías acompañó a las mujeres a la casa mientras pedro sacaba del maletero una fuente con asas que desprendía un delicioso olor a lasaña. Romina se había superado.

—¿Adónde van? —al entrar en la casa se cruzó con Nico y Olivia, que salían a toda prisa—. Vamos a comer enseguida —anunció Pedro.

—Oli se viene a casa conmigo a buscar los prismáticos. ¡Enseguida volvemos!

Al verlos juntos, los recuerdos de Pedro volvieron al lunes de la semana anterior, cuando se sentía tan deprimido que no sabía si conseguiría salir adelante. Y de repente se había producido la llamada por el accidente de Paula y había sabido que tenía una hija. Padre al instante. Lo único que faltaba era el anillo de boda en el dedo de Paula, y todo lo que conllevaba.

—Deja aquí la fuente —le indicó Romina.

 Había colocado un mantel sobre la mesa. Al ver que faltaban dos sillas él fue en busca de otras dos que había visto en el salón.

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