domingo, 15 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 60

El anuncio de Romina de que había llegado la hora de que Nico se fuera a dormir llegó como agua de mayo. Paula se puso en pie sobre dos temblorosas piernas y despidió a los invitados junto a Pedro. Al cerrar la puerta se encontró atrapada en un fuerte abrazo. Él encontró su boca y el beso tanto tiempo postergado empezó a convertirse rápidamente en otra cosa.

—Te comería viva.

—No podemos… Oli está medio dormida en el sofá.

—Lo sé —él gruñó—. No estaremos a solas hasta que seas mi esposa. Y para eso aún faltan tres semanas y media. Quiero una auténtica noche de bodas. Fingiremos que es nuestra primera vez.

—A mí también me gustaría que fuera así —ella se mordió el labio. La espera iba a matarla.

—Venga —Pedro volvió a besarla apasionadamente—. Las acompañaré a casa.

—Los platos…

—Ya los friego yo. Cuando vuelva me va a sobrar energía y me alegraré de tener algo que hacer hasta que pueda hacer lo que de verdad me apetece.

Paula sabía exactamente a qué se refería.


Tres semanas después, bajo la atenta mirada de Olivia, el médico retiró la escayola.

—Ya está —anunció tras lavarle el brazo a Paula—. ¿Cómo se siente?

—Como si mi cuerpo se hubiera vuelto más ligero de un lado —ella sonrió.

—La sensación le durará unos días. La radiografía muestra una soldadura perfecta.

 —Eso supone un gran alivio.

—¿Te alegras de que te la hayan quitado, mamá?

—No te imaginas cuánto —la escayola había sido como un muro que la separaba de Pedro, aunque casi mejor así. En cuarenta y ocho horas sería su esposa. Sólo de pensar en ello le subía la fiebre—. ¿Qué movimientos puedo hacer?

—Los suficientes para disfrutar de la luna de miel —el médico le guiñó un ojo mientras Paula se sonrojaba—. Estaba bromeando.

—Lo sé —ella rió.

El médico era un desconocido. Sus padres las habían llevado a San Francisco para recoger los vestidos y había decidido acudir al cirujano ortopédico que le había recomendado su padre.

—Limítese a volver poco a poco a hacer vida normal y todo irá bien —el doctor sonrió a Olivia—. ¿Cuándo será el gran acontecimiento?

—Pasado mañana.

—Y supongo que te habrás comprado un vestido precioso.

 —Es largo y blanco con una banda azul —la niña asintió.

—¿Te hace ilusión tener un papá nuevo?

—Sí —Olivia le dirigió una mirada cómplice a su madre—. Lo quiero mucho.

—Pues yo diría que es el hombre más afortunado del planeta —al decirlo, abarcó a Paula con su mirada.

—Gracias, doctor. Agradezco que me haya atendido tan rápido.

—Ha sido un placer. Felicidades de nuevo.

—Gracias —Paula se levantó de la silla—. ¿Nos vamos? Los abuelos nos esperan en la calle.

—Adiós —Olivia agitó una mano en el aire antes de abandonar la consulta.

Paula vió sonreír satisfechos a sus padres. Habían terminado todos los asuntos pendientes y podían regresar al parque. Le había dicho a Pedro que llegarían tarde, de modo que no lo vería hasta la ceremonia, que tendría lugar a las once de la mañana en cuarenta y ocho horas. Mejor así. No se fiaba de sí misma.

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