lunes, 9 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 51

—No —contestó Olivia tras unos minutos de silencio.

—¿Y qué has decidido hacer?

—Iré.

—¿Te has quitado ya los rulos?

—Sí. Y utilicé tu laca para ahuecar el pelo.

 —Apuesto a que te ha quedado perfecto. Me muero de ganas de verlos a Nico y a tí disfrazados de magos. Menos mal que podéis llevar los abrigos debajo.

—Romina le ha comprado una peluca y unas gafas. Está igual que Harry.

—Serán la atracción de la noche —Paula rió.

—Papá iba a traerme su varita mágica.

—Quizás sea mejor que no la lleves —«no pienses en Pedro ahora»—. Los demás niños la querrán.

—Lo sé. Nico va a llevar la suya —Olivia abrió la puerta, pero quien se dirigió a Paula con la naríz apuntando ligeramente hacia arriba fue Hermione.

—¡Estás idéntica a ella!

—Tú debes de ser alguna princesa india —sin abandonar su papel de Hermione, Olivia miró a su madre de arriba abajo—. ¿Quién eres exactamente?

—Se supone que era un secreto. Quería comprobar si tu padre lo averiguaba.

—Mi padre es brillante —afirmó la niña con un tono de superioridad—. Por supuesto que lo sabría… si estuviera aquí.

Las dos se echaron a reír. Bendita niña. Contribuía a aliviar parte de la tensión que sentían por la ausencia de Pedro. Era lo más animada que había estado su hija en varios días. Paula rezó para que su buen humor durara, al menos, toda la noche. Se abrazaron, aunque sin demasiada fuerza para no manchar a Olivia con su maquillaje. Un grueso trazo negro en los ojos y una capa de maquillaje más oscuro habían creado la ilusión de la princesa Tee-Hee-Neh. Ron Sadler le había prestado el vestido de una amiga. Por más que le hubiera gustado llevar los mocasines que había comprado en la tienda de regalos, tendría que guardarlos para la fiesta que tendría lugar después en casa de Leonardo  Sims, porque había empezado a nevar. Lo único auténtico del disfraz era una cinta tejida para el pelo, antiguamente llevada por las mujeres Ahwahnee que solían vivir en Yosemite. Tras un par de intentos con la mano libre, consiguió ajustarla a la frente. Según la leyenda, Tee-Hee-Neh tenía unos cabellos oscuros que llevaba sueltos, igual que ella. Con la esperanza de impresionar a Pedro, a pesar de la escayola, no se había divertido tanto en años.

—¡Yo voy! —el timbre de la puerta sonó, como si su mente hubiera conjurado la aparición.

Olivia salió corriendo seguida de su madre, que tenía el corazón en un puño. Al abrir la puerta fueron sacudidas por una ráfaga de aire gélido. Fuera encontraron a Harry Potter con una calabaza de plástico para llenar de caramelos. Iba acompañado de una bruja y de la Parca, de al menos dos metros de altura, vestida de negro.

—¡Madre mía! —Olivia le quitó las palabras de la boca a su madre. Matías daba miedo.
—Entren todos y cierren la puerta —les urgió Paula—. Vaya, vaya, señor Potter, si me parece estar en Hogwarts.

—Gracias —Nico rió—. Tú estás muy guapa.

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